A veces la vida pareciera que se define desde muy temprano: un accidente desafortunado, una decisión errada, o, como en el caso de Mario Chamorro, una pésima calificación en el estado estatal. Su destino parecía que iba a ser el que ya le anticipaban sus compañeros: quedarse en su ciudad natal y dedicarse a cuidar ganado. Pero Mario Chamorro no iba a permitir que una calificación a sus 16 años construyera su historia.
Mario Chamorro quería llegar lejos. Satisfacer las inquietudes que su mente curiosa le planteaba constantemente. Explorar el mundo y tener una historia que contar. Y, bueno, ya que estamos hablando de historias; historias es lo que hay.
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