Jorge Franco es escritor, pero no siempre lo fue. Antes de que existieran libros como Rosario Tijeras, Paraiso Travel, y El Cielo a Tiros, su autor, como muchos jóvenes hoy en día, había salido del colegio sin tener claro a qué se quería dedicar.

Esta historia es, a su vez, un viaje: el viaje de Jorge desde el 87% al 13%. Acompáñenos en esta travesía, mientras aprendemos cómo se puede robar tiempo al tiempo y pasar a formar parte del 13%. Este episodio es especialmente recomendado para:

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Transcripción del episodio

[13%] Acaban de escuchar a nada más y nada menos que al escritor colombiano Jorge Franco. Parece que repitiéramos esto en todos nuestros episodios, pero tenemos que decir que hace unos meses, cuando 13% no era más que una idea, no lográbamos imaginar lo que iba a pasar: que un sábado cualquiera íbamos a estar sentados en la misma fila de sillas, en el mismo auditorio que Jorge Franco, el autor de Rosario Tijeras y Paraíso Travel.

 

Mucho menos nos habíamos imaginado que cuando ese evento terminara, llegaría el momento y nosotros, dos abogados con poco más que buenas intenciones y muchas ganas, nos sentaríamos con el escritor para preguntarle ¿qué se siente ser parte del 13%?

 

Esta entrevista y la historia que están a punto de escuchar, fue posible gracias a nuestros amigos de los Zúper, con z, una comunidad de personas que ponen sus talentos al servicio de crear un mundo mejor.

 

Para que cualquier persona pueda refinar sus talentos, nuestros amigos crearon una plataforma en la que, de manera totalmente gratuita, ustedes pueden empezar ya mismo a trabajar en sus fortalezas. Ingresen a loszuper.org y ¡regístrense ya!

 

Bienvenidos a 13%, pasión por el trabajo.

 

Yo soy Nicolás Pinzón, y yo soy Andrés Acevedo, y nos parece absurdo que solo el 13% de la población mundial ame su trabajo, por eso creemos que es vital contar las historias de esa minoría especial que no odia los lunes, ni espera impaciente a que llegue el viernes en la tarde, ni trabaja solo por dinero.

 

Los invitamos a que se pongan sus audífonos y escuchen historias de personas apasionadas por su trabajo.

 

Recuerden, para amar su trabajo no hay una fórmula perfecta, pero si hay muchas cosas distintas que se pueden intentar.

 

Muchos de ustedes conocerán a Jorge Franco por sus libros más sonados: Rosario Tijeras, Paraíso Travel, y su más reciente libro El cielo a tiros. Lo que probablemente pocos sabrán, y si acaso alguno, es que el éxito de Jorge Franco como escritor no llegó hasta bien entrados sus 30 años.

 

Lo que antecede a su posicionamiento como uno de los escritores latinoamericanos más importantes, fueron muchos años en los que se podría decir que Jorge no estaba en el 13%.

 

[Jorge] Me metí a estudiar Ingeniería de producción en Medellín, totalmente despistado, perdido, no me iba bien en las materias, puesto que no sentía ningún tipo de fascinación ni de atracción por eso. Entonces luego lo que empezó fue un camino como de búsqueda y de desprendimiento, también.

 

El primer semestre me salí del área de Ingeniería, pasé a estudiar Publicidad, en lo que yo sentía que estaba ya como con un pie en lo artístico, porque había que ser creativo, podía escribir, había que tener ingenio para desarrollarse en la Publicidad, y bueno, por el otro lado también había un área un poco más, como llamarla, un poco más científica: el área administrativa, el área de los números, de la estadística. Ahí yo me sentí ya más a gusto y realmente vi que en lo que era la parte de creatividad me iba muy bien.

 

[13%] Probablemente esta historia no este transcurriendo como ustedes se la imaginarían. Esos pasos en falso de Jorge, parecieran quitarle un poco de romanticismo a la historia que todos quisiéramos escuchar: la del escritor que con un talento descomunal alcanza un nivel de éxito que está reservado solo para un selecto grupo de fenómenos.

 

Y es que con el éxito viene la tentación de contarse a sí mismo una historia en la que uno es el héroe que siempre estuvo destinado a alcanzar la gloria.

 

El escritor estadounidense Rihan Holiday tiene una metáfora muy buena para este fenómeno: Imagínense que la vida de uno estuviera escena por escena en la cinta de una película, lo que se termina proyectando en la pantalla es la versión editada de esa cinta, y en el piso de la sala de edición quedaron todas esas escenas que no nos hacen quedar tan bien y que fueron debidamente recortadas.

 

Jorge, sin embargo, está siendo muy sincero, y más que venderse como alguien que desde el comienzo luchó contra todo para convertirse en escritor, Jorge nos abre la puerta a la sala de edición, nos muestra la película completa.

 

Y ya que estamos hablando de películas, vámonos a otra aventura por la que tuvo que pasar Jorge antes de dar con su verdadera vocación.

 

[Jorge] Eso si lo descubrí en el colegio bien, la cercanía con el cine. En el colegio nos pasaban películas con mucha frecuencia, había un gran teatro donde nos pasaban todos los viernes películas y yo no veía la hora de que llegara el viernes para que nos pasaran películas. Yo estudié con los Jesuitas en el San Ignacio, y entonces la cartelera era un poco, como muy de Semana Santa, películas de vidas de los santos, películas de gladiadores romanos, pero bueno, era fascinante el espacio, entrar a un teatro muy grande, la pantalla gigante, el sonido, a mí eso me fascinaba.

 

También había, para cuando éramos más grandecitos, había un cine club, ahí veíamos películas más serias, más de arte, y yo sentía que por ahí era la cosa. Yo quería contar historias a través del cine, esa fue una inquietud que de todas maneras comencé a tener.

 

No encontraba como, la verdad no encontraba como, en Medellín, a comienzos de los años 80´s, buscar posibilidades de hacer cine era una utopía, era algo imposible.

 

[13%] Con esas películas que le ponían a ver los monjes jesuitas, que parecían casi una cartelera de Semana Santa, nació esa inquietud de Jorge por el cine. Y es que lo artístico ha estado en las venas de Jorge desde muy pequeño. Pero para entender eso, hay que devolvernos en el tiempo a las tardes de sábado que pasaba con su abuelo.

 

[Jorge] Mi abuelo era pintor, entonces de niño yo iba los fines de semana a su casa y él me regalaba papel, acuarelas, lápices, ponía música clásica, él era un amante de la ópera, entonces también ponía ópera, y yo no tenía idea de qué era eso, pero él me iba contando, y yo iba preguntando e íbamos pintando. Entonces esos eran momentos para mi mágicos.

 

[13%] Entonces en esas tardes con su abuelo la inquietud de Jorge por el arte se fue desarrollando, pero más que por introducirlo al mundo artístico, el abuelo de Jorge le dejó una lección que luego sería fundamental para su vida.

 

[Jorge] Pero yo creo que él muy hábilmente, por eso digo que también hay admiración, porque él de una manera muy inteligente, cada minutico que podía sacar de su tiempo, robarle como tiempo al tiempo, para pararse frente a un papel y seguir trabajando en su acuarela, en su pintura, en su óleo, los fines de semana, mientras pudiera, estaba siempre ahí trabajando. Entonces yo creo que eso hacía de él un hombre tranquilo.

 

[13%] Robarle tiempo al tiempo y robarle tiempo a ese 87% para colar una pequeña luz de 13% en la vida. El abuelo de Jorge la tenía clara. A veces, simplemente, no es buen negocio renunciar a ese trabajo que lo tiene en el 87%, hay familias que sostener, hipotecas que atender y cuentas que pagar. Lo que uno si puede hacer en ese caso es encontrar el tiempo. Robarle ese tiempo al tiempo para dedicarse a lo que le apasiona. En el caso del abuelo de Jorge era la pintura.

 

Entonces Jorge siempre tuvo esa inquietud artística, pero la vida había logrado apaciguarla, y si de apaciguar el arte se trata, nada mejor que la ingeniería de producción. Luego vino la publicidad, y allí, la necesidad de ser creativo prendió nuevamente la llama del arte, y entonces el cine parecía la manera de darle aire a ese fuego y retomar sus intereses más profundos.

 

El único problema es que, en Medellín, en los 80´s, el tema del cine como que no iba cuajar. Era necesario un cambio de paisaje.

 

Luego de estar casi dos años enviando papeles y cuadrando asuntos con la universidad, Jorge se montó en un avión rumbo a Inglaterra con la expectativa de convertirse en cineasta y poder vivir de eso que su abuelo lastimosamente no había podido vivir: el arte. Pero como todo en la vida, y como al parecer todo en este podcast, las cosas no siempre salen como uno quiere. Como dice el poeta “la vida no es lo que imaginamos, sino lo que aprendemos a querer”, y cuando por fin Jorge estaba listo para comenzar su carrera como cineasta

 

[Jorge] De todas maneras el mundo de hacer cine era un poco desconocido para mí. Yo veía el resultado que eran las producciones, las películas que me fascinaban, pero el proceso de hacerlo es bastante complicado, que exige de mucho liderazgo, exige de sacrificios, hay mucha incertidumbre, muchos riesgos, bueno, yo supongo que estoy utilizando palabras que a lo mejor se aplican a muchas profesiones, pero pues descubrí algo que realmente no iba mucho con mi personalidad y era … yo he sido una persona más bien sedentaria, me gusta mucho la tranquilidad de la casa.

 

[13%] Y definitivamente el cine exigía estar en el terreno, lejos de la tranquilidad del hogar, liderando personas que muchas veces sufrían de egos inflados. Si hacemos las cuentas hasta este momento de la historia, tenemos que Jorge, igual que nuestro productor Andrés, ha pasado por tres carreras y ninguna lo ha convencido.

Un fracaso total a ojos de muchos, sin embargo, para Jorge, como para Andrés, la inconformidad siempre le ganará a la resignación y entonces era momento de, nuevamente, reflexionar y evaluar la situación.

 

[Jorge] Realmente lo que me había llevado al cine, que era contar historias, también lo podía realizar a través de algo mucho más afín a mi personalidad, como era la escritura literaria.

 

[13%] En ese momento la cabeza de Jorge hizo clic, y eso como si dentro de los muchos caminos recorridos, el de la escritura era el que más sentido tenía.

 

Tal fue la claridad con la que Jorge vio su futuro en ese momento, que sabía que tenía que apostarlo todo por la escritura. Entonces, con la convicción de que era el camino correcto, la ventaja que suponía haber sido un buen lector durante toda su vida y una dosis potente de testosterona, Jorge asomó la cabeza en ese pequeño agujero donde viven los escritores colombianos que pueden darse el lujo de vivir de las letras.

 

[Jorge] Yo sentía que yo había metido la cabeza como por entre un agujero y que por ahí mismo tenía que pasar yo todo el cuerpo. Por ahí me iba a mandar yo, pasara lo que pasara. Tenía mucho miedo, muchísimo miedo, yo recuerdo que yo sentía pánico cuando me sentaba a escribir, cuando terminaba un cuento, cuando se lo presentaba a alguien, porque yo decía dónde no sirva, ¿qué voy a hacer? Esa era como la gran pregunta, entonces yo mismo tenía como mi reto, mi desafío. La guerra era conmigo mismo. Yo decía “yo tengo que superarme en esto” y además sabía que solo había una forma y era escribiendo.

 

[13%] Pasa mucho que uno tiende a creer que los escritores exitosos saben algo que uno no sabe. Entonces la pregunta que nunca va a faltar en una presentación de un libro es ¿Cuál es la clave para ser escritor? La respuesta casi siempre es la misma.

 

[Jorge] La escritura creativa, si bien hay talleres que te pueden dar unos tips, que te pueden dar unas guías; es un camino que se aprende en solitario y que solo se aprende a escribir escribiendo, no hay de otra. ¿Qué se necesita? Se necesita mucha paciencia, mucha obstinación. Paciencia, en el sentido de entender que esto es algo que necesita madurar, la escritura necesita de madurez y eso solo se logra con el tiempo y con la práctica.

 

[13%] Y como la escritura de Jorge necesitaba madurar, lo que le hacía falta era tiempo y práctica. Hacer: como diría nuestro entrevistado Juan David Aristizabal. Entonces como su abuelo había hecho hace muchos años, Jorge comenzó a robar: a robarle tiempo al tiempo.

 

[Jorge] Como mi abuelo, en los ratos libres siempre estaba escribiendo en las noches, los fines de semana siempre sacaba el rato para escribir, hasta que, por allá, después de dos o tres años, no sé, de estar escribiendo y mandando cuentos a un premio, a los premios, vino un premio que era importante porque era un premio internacional, donde participaron como 800 cuentos diferentes, de diferentes partes de Hispanoamérica, y yo logré entrar en el grupo de los 10 finalistas. Eso para mí ha sido tal vez de lo más significativo, aunque después tuve premios más importantes, pero este fue importantísimo porque fue el primero y dije “bueno, sí, se puede, se puede, se puede llegar”, esto fue una palmadita en la espalda que me decía “hay que seguir”.

 

[13%] Ese primer premio fue equivalente a haber logrado pasar la mitad del cuerpo por el agujero. Ya lo que quedaba era poco para salir de ahí.

 

 [Jorge] Pues seguí escribiendo mucho más, con más ganas. Hasta que muy poco tiempo después ya pude ganar un concurso de libro de cuento, es decir, todos mis cuentos recopilados en un libro ganaron un primer premio, publicaron un libro, ya tenía un libro sobre el que podía hablar, un libro bajo el brazo para mostrar.

 

[13%] El resto, como dicen por ahí, es historia.

 

Hoy en día Jorge está del otro lado del agujero, y desde esa posición privilegiada tiene algo para decirle a todo aquel que está queriendo lograr algo en la vida.

 

[Jorge] Hay que tener un talento, un don, que yo creo que todo el mundo lo tiene para algo. Yo incluso creo que hasta para ser madre, para ser padre hay que tener un don, hay que tener un talento. Para ser ama de casa hay que tener un talento, porque hay muchas mujeres que fracasan incluso como amas de casa, hay que saberlo, hay que saberlo desarrollar. En ese sentido, yo creía que tenía ese don, pero también sabía que tenía que fortalecerlo con estudio, con práctica y con estudio, paralelamente. Eso no me iba a llegar así de la nada, en ese sentido yo he sido bastante disciplinado, bastante exigente y sobre todo bastante auto crítico, yo me doy muy duro con mi trabajo. Yo a veces digo, pues cuando me hacen… porque eso nos pasa a todos, que sale una crítica demoledora de un libro de uno, pues a mí ya eso me resbala muchísimo, al principio me golpeaba un poco, pero me resbala porque de verdad que yo soy bastante autocrítico, me doy tan duro, que ya lo que digan los otros no me afecta tanto.

 

[13%] Y es que para Jorge es muy importante que las personas estén en el 13%, no solo por ello como individuos, sino porque

 

[Jorge] De eso depende el desarrollo de una sociedad también, de que la gente esté enamorada de su trabajo. Yo sé que la realidad a veces arrincona a la gente a hacer esas cosas que no… la obligan a no hacer lo que quiere, pero, de todas maneras, de pronto, dentro de esa franja se puede encontrar con una lucecita de lago.

 

[13%] En últimas lo que Jorge está diciendo es que, entre más personas en el 13, más vidas plenas y tranquilas, nos llevamos mejor entre todos y no estaríamos haciendo otra cosa que dejando este mundo mejor que como lo encontramos.

 

 [Jorge] Yo creo que la plenitud y esa tranquilidad se refleja siempre mucho en el trato con los demás. Yo creo que la gente que es agresiva, que es violenta, yo creo que habría que mirar qué están haciendo con sus vidas y de sus vidas.

 

[13%] La conclusión es que la plenitud se puede lograr, ya sea, haciendo como el abuelo de Jorge, que a pesar de estar en el 87%, lograba robarle tiempo al tiempo para desarrollar su arte y ser un hombre tranquilo y feliz, o como Jorge, que nunca se conformó con su situación y, a pesar de haber caminado por muchos senderos equivocados, nunca dejó de buscar su verdadero 13%.

 

Eso sí, lo que nunca se puede hacer, es sacar excusas de que ya es muy tarde, especialmente, cuando se trata de los sueños.

 

[Jorge] Muchas veces creemos que solo cuando somos muy jóvenes tenemos como esa oportunidad de poder encontrar el talento y realizarlo, y nos quedamos con esa creencia, y realmente lo que yo quiero decir, es que cualquier edad es óptima para encontrar el talento, para desarrollarlo.

 

Yo creo que si alguien, por allá guardó un sueño en un cajón, guardó un sueño en un baúl, abra ese baúl, saque ese sueño y mire a ver cómo puede desarrollarlo. Yo sé que a veces cuando somos jóvenes los sueños son muy grandes, pero yo creo que la vida nos va enseñando que tal vez con un pedacito de sueño es suficiente como para que la vida tenga un sentido.

 

[13%] Y para todos los que se decidan a abrir ese baúl, anoten esta frase que le sirvió a Jorge durante todos esos años en los que escribía y escribía sin ver mayor resultado.

 

[Jorge] Hay una frase de una escritora danesa, que se llama Isak Dinesen y ella decía “Escribo un poco todos los días sin esperanza y sin desesperar”, esa es la frase que yo mantengo en la cabeza hasta el día de hoy, hasta el presente: “Escribo un poco todos los días sin esperanza y sin desesperar”.

 

[13%] Gracias por escucharnos, esto fue 13%. Nosotros somos Andrés Acevedo y, quien les habla, Nicolás Pinzón. Recuerden que pueden encontrar todos nuestros episodios suscribiéndose a nuestro canal en aplicaciones como Spotify, Apple podcast, Google podcast. No olviden seguirnos en Instagram y Facebook, donde nos pueden encontrar como 13%, escrito todo en palabras. Ahí está el link de nuestra página web, donde pueden descubrir más, incluyendo artículos escritos por nosotros. Si les gustó este episodio, les queremos pedir un favor, que le muestren este podcast a algún amigo que le gusten los podcasts o que ame lo que hace, o que necesite escuchar a personas que mana lo que hacen. Aumentemos esta cifra.

 

Hasta la próxima.

 

La canción del principio es Happy life, de Fredji, y la canción del final es  Catch the blues de Eric Clapton, interpretada por Nicolás Pinzón.