Harold Ramirez es guardia de seguridad de la Universidad de los Andes, en Bogotá. Para Harold, su trabajo va mucho más allá de requisar y vigilar. Aunque sus funciones determinan su día a día, Harold no permite que ellas delimiten lo que hace, sobre todo cuando sabe que con una sonrisa puede cambiarle el día -y, por qué no, la vida- a un estudiante abrumado.

En este episodio de 13% bajamos las teorías que se han cocinado en prestigiosas universidades estadounidenses y las revisamos bajo la óptica de la realidad. Todo esto para responder la pregunta del millón: ¿se puede ser apasionado en cualquier trabajo?

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Transcripción del episodio

[13%] Este episodio va a ser un poco diferente. Por particularidades de la vida la voz de Andrés esta vez no la van a oír como lo hemos hecho en todos los episodios anteriores, sin embargo, la historia que están a punto de escuchar, que en mi opinión es tal vez la mejor historia que hemos contado en 13% hasta el momento, fue creada 100% por la creatividad de Andrés.

 

Así que, si al final de este capítulo sienten la misma emoción que yo estoy sintiendo al terminar de producir y editar este episodio, escríbanle a él, por la genialidad que logró.

 

La Universidad de los Andes, en Colombia, es conocida por muchas cosas. Además de ser una de las universidades más importantes del país, allí suceden cosas increíbles. Para dar un ejemplo, hace poco se inauguró en esa universidad el Centro de Desarrollo Sostenible para Latinoamérica, que tiene como labro, básicamente, salvar el mundo.

 

La gran noticia de esto es que nombraron a Alejandro Gaviria como su director, entonces, aunque la labor es tremendamente complicada, por lo menos queda claro que la universidad se la está jugando con toda.

 

Pero, hoy no vamos a hablar de lo que es la Universidad de los Andes como institución, ni de su imagen, ni de sus ambiciosos proyectos. Hoy nos vamos a adentrar en algo más cotidiano, algo que transcurre detrás de las puertas cerradas de la universidad, un secreto a voces que conocen la mayoría de los miembros de esa universidad, pero que nosotros creemos que debemos revelar.

 

Esa es la historia de hoy, un secreto que merece ser contado. Bienvenidos a otro episodio de 13%.

 

Yo soy Nicolás Pinzón y yo soy Andrés Acevedo y nos parece absurdo que solo el 13% de la población mundial ame su trabajo. Por eso creemos que es vital contar las historias de esa minoría especial que no odia los lunes, ni espera impaciente a que llegue el viernes en la tarde, ni trabaja solo por dinero.

 

Los invitamos a que se pongan sus audífonos y escuchen historias de personas apasionadas por su trabajo. Recuerden, para amar su trabajo no hay una fórmula perfecta, pero si hay muchas cosas distintas que se pueden intentar.

 

La Universidad de los Andes tiene muchos guardias de seguridad, personas cuyo trabajo consiste en cuidar a los estudiantes y velar por la integridad de las instalaciones. Sin embargo, uno de esos vigilantes va más allá de su trabajo, y pareciera que él, además de tener esos objetivos de proteger a la universidad y su comunidad, se dedica a sacarle sonrisas a los estudiantes y profesores que se le atraviesan.

 

Ese es el secreto que hoy vamos a revelar. En la Universidad de los Andes hay un vigilante que le está demostrando al mundo que a punta de actitud y propósito se puede sentir pasión por cualquier trabajo.

 

[13%] ¿Alguna vez le han dicho alguna frase o ha oído alguna frase que se le haya quedado marcada y que le guste mucho?

 

[Harold Ramírez] Una frase que se me haya quedado marcada… “súbase al andén” (risas), si es que estaba atravesado. Pues no.

 

[13%] Él es Harold Ramírez, es vigilante de la Universidad de los Andes y siempre que Andrés o yo nos lo cruzamos en nuestras épocas universitarias, se aseguró de saludarnos con una amabilidad especial.

 

Un tipo de amabilidad que es escasa hoy en día y que en ciudades como Bogotá es hasta rara. Una amabilidad genuina, que proviene de la pureza de una persona que antes de llegar a la universidad estaba en una situación en la que se ven muchos colombianos: haciendo nada y viendo como los días pasaban y el tiempo en vez de usarlo y aprovecharlo, lo estaban literalmente matando.

 

[Harold Ramírez] Yo en mi vida dije: “voy a ser vigilante” o me imaginé que llegaría a ser vigilante. Pero bueno, yo llegué y dije: “listo, voy a hacerlo”, necesitaba hacer algo de mi vida porque pues no estaba haciendo nada y el tiempo pasa y uno va perdiendo tiempo.

 

Y ese día, me acuerdo muy bien, que me puse el primer uniforme, entonces el señor me dijo “vaya, desde la empresa, salga hasta Galerías, a Foto Japón, ahí en frente en el Centro Comercial, se toma la foto”, y yo “¡uy, qué oso salir uniformado así!, me ven mis chicas, y no, qué pena”, y realmente yo sentía vergüenza, pero camino hacia la fotografía me acordé de una frase que me dijo mi papá: ”desde que a usted no lo vean robando o haciendo algo malo, a usted no le debe dar vergüenza, siéntase orgulloso de que es usted, de lo que está haciendo y ya”.

 

 [13%] Y entonces con la frase del papá en la cabeza y el uniforme de vigilante, Harold empezó a trabajar. Primero pasaría por un parque de videojuegos, pero como este, en palabras de Harold, no pegó, entonces se vio en la necesidad de buscar un nuevo trabajo, y fue ahí como dio con la Universidad de los Andes. Y aunque el trabajo sobre papel se veía mucho mejor que otras opciones laborales que existían para la industria de vigilancia, a Harold un tema le inquietaba.

 

[Harold Ramírez] Pues porque uno siempre llega con el estereotipo de que “¡ah! Los muchachos de los Andes, los niños ricos, los que tienen plata, malcriados, el poder, bueno, uno siempre llega como con esa prevención, yo dije “yo vengo del sur”, no mentiras, yo no dije eso, yo dije “a mí me toca trabajar y voy a hacer todo lo mejor”.

 

[13%] Sin embargo, esos niños ricos y malcriados que Harold tenía en su cabeza, terminaron siendo personas comunes y corrientes, que…

 

[Harold Ramírez] Desde el primer momento fue una acogida. Yo no esperaba eso, como que hay mucho sentido, mucho valor, mucho cariño, y eso a uno le rompe todos los estereotipos.

 

[13%] Y entonces, la historia podría quedarse ahí, en el vigilante que descubre que, después de todo, los estudiantes de una prestigiosa universidad, no son tan malcriados como se dice por ahí y por lo tanto que su trabajo podría ser un poco más tolerable. Pero Harold no estaba preparado para resignarse al confort de un trabajo fácil.  Ese es un rasgo por excelencia de las personas que pertenecen al 13%, prefieren la inconformidad a la resignación.

 

Y entonces Harold empezaría a ir más allá de sus funciones y de lo que decía la placa de su uniforme.

 

Pero antes de seguir con la historia de Harold, hagamos una pausa y devolvámonos al primer episodio de 13% porque tiene algo clave que es fundamental para entender lo que viene.

 

Para los que nos están escuchando por primera vez, o aún no han escuchado nuestro primer episodio, les contamos que nuestro debut como podcast fue con Juan Martín Cardona, un empresario que se dedica a trabajar con organizaciones para ayudar a cambiar el modo en que sus empleados pueden ser más felices. El caso es que en un momento del episodio le preguntamos a Juan Martín si él creía que se podía ser apasionado en cualquier trabajo. Él nos respondió que sí, y nos citó un ejemplo del libro de Robin Sharma: El líder que no tenía cara.

 

En ese caso particular, unas mucamas de un hotel eran apasionadas por su trabajo porque en vez de pensar en su trabajo como “nos dedicamos a limpiar habitaciones de hotel”, lo pensaban, por el contrario, como “nos esforzamos por hacer que el cliente viva una experiencia memorable”.  

 

Esa simple reinterpretación del propósito de su trabajo parecía marcar la diferencia entre una mucama apasionada por su trabajo, y una mucama frustrada en su oficio.

 

Y es que detrás de ese libro hay toda una teoría desarrollada por la profesora de Yale, Amy Wosinski, que se llama job crafting o diseño de trabajo. Básicamente job crafting o diseño de trabajo, dice que los trabajadores pueden rediseñar sus trabajos para incrementar sus niveles de satisfacción y compromiso, y ese rediseño tiene tres dimensiones: en cuanto a sus funciones, sus relaciones y su propósito.

 

Esto suena muy bonito. Una luz de esperanza de que la autonomía puede triunfar ante las malas prácticas organizacionales. El individuo frente a la burocracia, la voluntad humana ante las circunstancias externas. Sin embargo, para nosotros, esto no era nada más que un esperanzador planteamiento teórico, teníamos que probarlo en la vida real, en la calle, en los pasillos universitarios.

 

Volvamos entonces a Harold.

 

[Harold Ramírez] Desde que yo entre en el 2010, todo ha sido ganancias para mí. Entonces es imposible no llegar motivado cuando uno se siente tan feliz con la gente que tiene uno allá, que se convierte en parte de mi mundo, de nuestras vidas. 

 

[13%] Y es que Harold no solamente encontró en la universidad un lugar donde se sentía cómodo y acogido, sino un lugar donde podía trabajar bajo sus propios términos, superando el estereotipo del guardia de seguridad malgeniado, que muchos tenemos en la cabeza, y poniendo en práctica la amabilidad que le habían inculcado en su casa.

 

[Harold Ramírez] De hecho una vez una muchacha me dijo “¿usted de dónde es?”, y yo le dije “de Bogotá”, me dijo “yo creí que usted era de tierra caliente porque la gente de Bogotá no saluda así como lo hace usted, y yo le decía, no, lo decía por mi piel canela (risas), no mentiras, se sorprenden las personas porque a veces uno los saluda, le digo al estudiante “buenos días” y entonces ellos llegan y me abren el bolso y se quedan quietos como, les digo “¿qué se llevaron?”, y ellos “nada”, y les digo “no mentiras, los estaba saludando”, “¡ah! Creí que me iba a pedir el bolso, o mire mi carné”, no, es solamente el saludo, porque la gente no está acostumbrada.

 

[13%] Es cierto, uno se sorprende, porque como dice Harold, uno cree que lo están saludando es porque lo van a requisar, porque esa es la función del vigilante y muchos se limitan a hacer lo que se les pide de ellos.

 

Pero Harold aquí, aunque no lo sepa, está comprobando la teoría del diseño del trabajo, rediseñando sus funciones.

 

En efecto la teoría dice que las personas que hacen diseño de su trabajo añaden funciones a su labor. Así, por ejemplo, la profesora Wosinski descubrió que las personas encargadas de la limpieza de un hospital iban más allá de trapear los pisos y tender las camas, conversaban con los pacientes y les preguntaban cómo se sentían. Ese simple cambio, esa disposición de ir más allá, de esforzarse un poco más, diferenciaba a esos trabajadores de sus pares. Los primeros amaban su trabajo, los últimos lo detestaban. Del mismo modo Harold va más allá de sus funciones. Saluda con emoción a cada uno de los estudiantes que pasa por su camino, y eso para los universitarios es sorprendente porque los saca de la realidad en la que viven, del afán de llegar a los parciales, de la preocupación por el futuro y en últimas los remonta al momento presente.

 

[Harold Ramírez] Por ejemplo, sobretodo en la universidad, el ritmo es muy fuerte, el ritmo de trabajo. Entonces los muchachos que parcial, que las clases, que el gimnasio, que hacer la maqueta, bueno, en fin, y corran, y corran, y ellos piensan en responder a los profesores y responderles a sus familias, pero olvidan como el sentido de estar en esa carrera: vivírsela, gozársela, el sentido de estar ahí, la alegría.

 

 [13%] Pero el rediseño del trabajo en cuanto a funciones tiene otro elemento, y es que aparte de agregarle funciones a su oficio actual, el trabajador rediseña la manera de cumplir aquellas funciones que le fueron asignadas. Así, mientras un guardia de seguridad por lo general solo detiene a la gente, o al menos la regaña si incumple alguna de las reglas del establecimiento, Harold…

 

[Harold Ramírez] Pues yo lo hago a mi manera, o sea, con la alegría, pero entonces yo no descuido lo que tengo que hacer, mis obligaciones y de manera muy decente, ha habido casos en los que los muchachos hacen algo que dentro de la universidad no está permitido, pero esa confianza, esa manera como yo los trato a ellos, me permite decirles de una manera distinta o hacer cumplir ciertas normas o que esa circunstancia no se vuelva a repetir. Me queda más fácil que llegar de una manera autoritaria y decirle “mire no haga esto”. Uno aprovecha ese cierto grado de confianza que le dan a uno, siempre con mucho respeto, para acercarse al estudiante y aconsejarlo o darle a conocer el motivo por el cual no puede hacerlo o infringir una norma dentro de la universidad que, en últimas, lo va a perjudicar es a él.

 

A veces que se prestan los carnés, sumercé le dio el código a otra persona y esa persona con su código ingresó, yo me doy cuenta, lo llamo y le digo “¡Usted no es de la universidad!”, “no, no, si”, “¿Código?”, “no me lo sé”, entonces le digo, “no mire, esto no se puede hacer así porque está infringiendo una norma y pueden generarle un problema a largo plazo para su carrera, o durante la universidad, y no lo vuelven a hacer.

 

 

[13%] Mientras unos escogen el castigo y el regaño, Harold opta por la pedagogía y eso no solo resulta ser más efectivo para evitar que los estudiantes infrinjan las normas, sino que, naturalmente, va a tener un mejor día el guardia que enseña que aquel guardia que se agarra a pelear con estudiantes.

 

Entonces Harold le añade funciones a su trabajo: saludar con amabilidad a todo lo que pase, y además, rediseña la manera en la que cumple sus otras funciones.

 

Pero ahí no se acaba el rediseño del trabajo de Harold. Todavía la teoría se cumple en la práctica en otro aspecto. Este nos parece muy valioso, y sin duda, fue el que más nos llamó la atención: el rediseño del propósito de su trabajo.

 

Harold, además de ir más allá en términos de sus funciones, logró ir más allá en la manera como él mismo piensa respecto de su trabajo. Mientras que la expectativa sería “soy un guardia de seguridad y mi función es vigilar las instalaciones y a los estudiantes y a los profesores”, la realidad es que Harold cree que su trabajo puede cambiar el mundo. Y es que, para cambiar el mundo, hay que empezar con cambiarle el día a una persona. 

 

[Harold Ramírez] Tengo como premisa que nosotros tenemos que cambiar el mundo, y para cambiar el mundo yo no necesito ser de plata, o tengo que tener el cargo súper importante, aunque si me llega, bueno, pero, si sé que un saludo, una palabra amable, una sonrisa, un abrazo, esas actitudes si cambian el mundo de una persona. Y si yo multiplico ese saludo, esa sonrisa en diez personas, en ese momento le cambié la vida a diez personas, estoy cumpliendo un propósito de la vida. No necesité tener millones y millones de pesos para cambiársela. A veces uno anda por la vida 

Necesitando una palabra, un consejo, alguien que lo escuche, alguien que le sonría a uno, o alguien que lo abrace, que lo acoja, y yo creo que eso es fundamental. Si uno lo hace, pues ya, dese por bien servido.

 

[13%] Muchas veces, y sobre todo en contextos como el latinoamericano, uno no siempre puede escoger que trabajo quiere hacer. Son muchos a los que les toca trabajar en lo que sea, para mantenerse a sí mismos y a sus familias. Eso es una realidad con variables complejas, sin embargo, uno si puede escoger como va a pensar respecto de su trabajo. Por eso Harold decidió pensar y sentirse de la siguiente manera.

 

[Harold Ramírez] El sentir que su profesión en algo está contribuyendo a la sociedad, de que, se da ejemplo, se transforma un mundo, no sé, tantas cosas que uno puede pensar, desde el trabajo más pequeño hasta el trabajo más grande.

 

 

[13%] Ahí lo tienen, una prueba viva de que se puede pensar en grande desde cualquier posición. Que la teoría se cumple de manera épica en ciertos casos de la vida real, que se puede ser buen tipo y cambiarles la vida a muchas personas sin importar su profesión, cargo o trabajo.

 

Este episodio lo estábamos debiendo desde que comenzó 13%. Hemos traído ante ustedes muchas historias de personas increíbles que aman lo que hacen, pero no podemos negar que la totalidad de nuestros entrevistados hasta el momento han sido personas educadas y muy privilegiadas respecto   de la mayor parte de la población colombiana y latinoamericana. Es cierto que son muy pocos los que pueden darse el lujo de tener los trabajos que han tenido nuestros entrevistados y eso de ninguna manera está mal, que los tengan, que los disfruten, y sobre todo que potencialicen esas oportunidades inexplicables que da la vida, sin embargo, hoy queremos mostrarles que más allá de las condiciones y circunstancias particulares de cada caso, si es posible rediseñar su trabajo para hacerlo más apasionante, para que se convierte en una fuente de energía y no en algo que les succione el alma.

 

Antes de despedirnos, queremos dejarlos con tres conclusiones que vienen de boca de nuestro entrevistado, el gran Harold Ramírez.

 

[Harold Ramírez] El trabajo dignifica, es lo primero que yo puedo decir, lo segundo que en esas vivencias en ese trabajo uno va edificándose, construyendo, uno conoce el mundo a través de su trabajo, y la tercera, que uno siempre debe darle sentido a ese trabajo, como impregnarle lo que es uno a ese trabajo, para así dar lo mejor. O sea, quitar los estereotipos, las barreras, como los límites y siempre brindar lo mejor, lo que uno es, uno no puede ir por el mundo fingiendo una cosa en el trabajo y siendo otra cosa después del trabajo. Uno tiene que ser el mismo, hacerlo con alegría, con amor, con dedicación, porque uno nunca sabe que lo que haga uno puede cambiarle la vida a otra persona, y si yo hago algo mal, le estoy cambiando negativamente la vida a esa otra persona, pero si yo lo hago bien, estoy dejando huella y esa huella se va a multiplicar, y eso positivo no solamente va a estar en una persona, sino va a correr por todo el mundo.

 

[13%] A Harold, sin duda, hay muchísimo que aprenderle. Pregúntense ustedes si están yendo más allá de los deberes mínimos, si se están limitando a cumplir con lo pactado, si están pensando en lo que hacen en los mismos términos básicos que les expusieron en la oferta laboral, o si, por el contrario, están viendo su trabajo como una obra, un reto, como una forma de vida que va mucho más allá que el trabajo en sí mismo, que vaya más allá del deber.

 

Le queremos agradecer muy especialmente a Harold Ramírez por este episodio, por pegarse un viaje larguísimo desde su casa hasta nuestro estudio, por la paciencia que nos tuvo para que saliera este episodio al aire, pero, sobre todo, por el impacto que ha tenido con su buena actitud y amabilidad en toda la comunidad de la Universidad de los Andes.

 

Esto no son solo palabras vagas, cuando anunciamos que tendríamos a Harold en este episodio en uno los grupos de Facebook de la universidad, recibimos un sinnúmero de comentarios y likes. Un número inmenso que para Andrés y para mi es algo inimaginable. Eso es una prueba del cariño eterno que tantas personas sienten por Harold. Solo nos queda decirle que ese cariño sin duda se lo merece, y, finalmente, un saludo a la esposa de Harold, sabemos que también la dejamos esperando mucho tiempo por este episodio, así que como recompensa le dejamos este mensaje increíble que le envía su esposo.

 

[Harold Ramírez] Es que ella es muy, ha sido tan bonita conmigo, es una gran mujer, estoy enamorado. Nosotros frecuentábamos un lugar ahí en el barrio y ella dictaba como unas clases o hacían unas tutorías o algo así, y yo llegué ahí a atender como una biblioteca, un trabajo que tenía como una organización, y ahí nos conocimos, nos presentaron, fuimos amigos, después concurrimos al grupo de la iglesia, de la parroquia de nosotros, ella tenía sus novios, yo estaba solo, y nos la llevamos siempre muy bien, hasta que ella se dio cuenta que no podía dejar perder esta belleza y se tuvo que casar conmigo. No mentiras, pero si, ahí nos conocimos, ya vamos a cumplir 11 años de casados y llevamos como 17, 18 años de conocernos, pero han sido los mejores ñaos de mi vida.

 

[13%] Gracias por escucharnos, esto fue 13%. Nosotros somos Andrés Acevedo y, quien les habla, Nicolás Pinzón. Recuerden que pueden encontrar todos nuestros episodios suscribiéndose a nuestro canal en aplicaciones como Spotify, Apple podcast o Google podcast. No olviden seguirnos en Instagram y Facebook, donde nos pueden encontrar como 13%, escrito todo en palabras. Ahí está el link de nuestra página web, donde pueden descubrir más, incluyendo artículos escritos por nosotros. Si les gustó este episodio, les queremos pedir un favor, que le muestren este podcast a algún amigo que le gusten los podcasts o que ame lo que hace, o que necesite escuchar a personas que aman lo que hacen. Aumentemos esta cifra.

 

Hasta la próxima

 

La canción del principio es Happy life, de Fredji, y la canción del final es Catch the blues de Eric Clapton, interpretada por Nicolás Pinzón.