La historia de Matilde de los Milagros guarda un elemento que a todos nos conviene cultivar: la rebeldía. Pero no se trata de ser rebeldes por el simple hecho de serlos. La verdadera razón de ser de la rebeldía es cambiar el orden tradicional de las cosas. Matilde lo hace en causas que la mueven como el feminismo.

Desde su colectivo Viejas verdes trabaja para que a las mujeres no les vaya peor en la vida por el simple hecho de ser mujeres. Matilde es importante para 13%. Y es que, en realidad, 13% también es activismo y también es rebeldía. Pero antes de intentar cambiar la realidad del trabajo y buscar que más personas se enamoren de lo que hacen, es necesario advertir un hecho muy sencillo pero a la vez muy difícil de percibir: que esto es agua.

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Transcripción del episodio

[13%] En 13% no solo queremos ser un podcast, queremos ser una comunidad. Es por eso que queremos que nos escriban. Nos pueden escribir, por ahora, en Instagram. Búsquennos como @treceporciento, todo en palabras, y escríbannos sus comentarios, buenos, malos, cosas por mejorar, cosas por aprender, y así seguiremos adelante. Y ahora sí, que empiece la historia.

 

[Matilde] Cuando yo me gradué, tuve mi primer trabajo que fue en TED, en la oficina oficial de TED, entonces, cuando oigo algunas personas acá en Colombia decir que el trabajo perfecto no existe, yo me acuerdo de mi experiencia en TED. Yo era la persona que revisaba las conferencias de TEDx en español y algunas de las charlas de TEDx en inglés para revisar que cumplieran con las normas de TEDx, digamos, con la marca de TEDx, y revisar si habían unas charlas muy buenas para proponerlas para la página principal.

 

[13%] Lo que acaban de escuchar, es lo que muchos consideran un trabajo perfecto. Y, es que, siendo sinceros, todos en algún momento de la vida hemos quedado en la casa viendo charlas de TED. A Matilde de los Milagros literalmente le pagaban por hacerlo. En este episodio, vamos a contar la historia de Matilde de los Milagros, pero, para los que están esperando la historia de cómo una persona navegó la vida adulta para eventualmente dar con un trabajo perfecto, lo sentimos. Esta historia no es sobre eso, los que ya nos han escuchado antes sabrán que 13% puede resultar inspirador pero no es precisamente sobre inspiración. No se trata escuchar a alguien diciendo “sí se puede” ni ninguna otra frase motivacional de las que tanto abundan y sobran hoy en las redes sociales. 13% es más sobre aprendizajes. De tratar de entender qué aspecto particular de la vida de cada persona puede aplicar cada uno en su propia vida profesional.

 

Hoy nos adentramos entonces a la vida de Matilde de los Milagros, porque en medio de esta maraña de alegrías, frustraciones, campo y ciudad, hay algo muy importante que necesitamos aprender, una característica de su personalidad que desde muy temprano empezó a echar raíces, una que heredó de sus padres y que en algún momento creyó que era un defecto pero que, con el tiempo, advirtió que era una gran fortaleza: la rebeldía.

 

Bienvenidos a 13% pasión por el trabajo.Yo soy Nicolás Pinzón, y yo soy Andrés Acevedo, y nos parece absurdo que solo el 13% de la población mundial ame su trabajo. Por eso, creemos que es vital contar las historias de esa minoría especial que no odia los lunes, ni espera impaciente que llegue el viernes por la tarde, ni trabaja solo por dinero. Con ayuda de todos ustedes queremos darle un nuevo significado a esa parte de nuestras vidas que se llama trabajo.

 

[13%] ¿Cuál es tu flor favorita?

 

[M] Las orquídeas y las heliconias son mis favoritas.

 

[13%]¿Por alguna razón en especial?

 

[M] Porque me recuerdan a mi infancia. Esa infancia se dividía entre Manizales y nuestra finca en Pereira, que era donde vivía mi papá. Entonces fue una infancia literalmente en la tierra, comiendo cucarrones y metiendo las manos a los hormigueros, sembrando plantas y árboles, aprendiendo sobre el agua y demasiado involucrada, en todo sentido, a lo que crecía en la región. Fue una infancia absolutamente maravillosa en ese sentido y privilegiada que, de muchas maneras fue creando como el marco de lo que hoy en día son mis pasiones y las cosas que me llenan el corazón e inspiran.

 

[13%] Entre Pereira y Manizales, dos ciudades de la región cafetera de Colombia, Matilde de los Milagros, sus dos hermanas, su papá y su mamá.

 

[M] Era muy crítica de la realidad, todo el tiempo. Y se hacía muchas preguntas, también, siempre. Y siempre que hablaba con nosotras nos preguntaba, o cuando le decíamos algo ella siempre nos preguntaba por qué, por qué esto y no lo otro. Nos obligaba a hacernos preguntas y a responder, entonces, desde muy pequeñas mis hermanas y yo nos acostumbramos a hacer reflexiones, que a veces eran obligadas pero que fueron construyendo nuestra responsabilidad y hoy de las cosas de mi crianza que yo más valoro. También nos enseñaron desde muy chiquita a siempre preguntar por qué, a decirnos que “sí” o “no” no era una respuesta. Entonces, eso les salía muy caro cuando ellos decían “niñas, por favor, silencio” y nosotras “por qué, por qué”, “porque sí”, “eso no es una respuesta”.

 

[13%] Y mientras su madre, una escritora, observadora y crítica de la realidad, le enseñaba a cuestionarse el por qué y averiguar el origen de cada cosa, su padre le mostraba cómo ser auténtica y vivir bajo sus propios términos.

 

[M] Mi padre era uno de los privilegiados, de ese 13% de personas que aman lo que hacen y aman su trabajo. El no salía de su finca por nada del mundo, estaba completamente dedicado a su tierra y a experimentar con la naturaleza. Él era agrónomo de profesión pero también era arquitecto empírico, diseñador empírico, era un gran artista plástico, era diseñador industrial, era un hombre muy brillante y muy aferrado a su libertad. Mi mamá también era muy aferrada a su libertad pero, digamos, de formas diferentes. Mi papá no era una persona tradicional y no le interesaba serlo y tuvo, por ejemplo, un par de intentos de secuestro allá en la finca y, después de eso nosotros le pedimos mucho que se fuera, pues, que nos fuéramos a vivir a un sitio donde no hubiera riesgos y el decía que primero muerto, que a él no lo iban a sacar de su casa, que él esa batalla la iba a dar hasta la muerte. Él era así de aferrado a su libertad. Para el la libertad no era solo estar sin ataduras literales, porque digamos que en esa época la palabra libertad se entendía de forma literal, habían muchas personas que no eran libres por secuestro o a raíz de la violencia. Para mi papá la libertad era no tenerse que ir del lugar donde él había escogido hacer su vida, del lugar que lo apasionaba.

 

[13%] Claro, y acá uno se ve tentado a pensar que con el ejemplo de un papá así, uno que se rebela ante los peores malandros, es posible que Matilde haya aprendido de su ejemplo y por eso hoy en día sea así. Pero, en realidad, hay un momento más formador, más edificador de su personalidad. Uno que incluso la impactó más que esa ocasión en la que su padre desafió a quienes lo amenazaban.

 

[M] Recuerdo muy bien un día, él había tenido un infarto y le hicieron una cirugía de corazón abierto y estaba como recién operado. Lo habían operado acá en Bogotá. Y, por algún motivo, teníamos que ir a hacer un trámite de esos de tarjetas de identidad, y mi papá nos iba a llevar a hacer ese trámite. Él ya se podía mover y todo pero todavía estaba recién operado, y llegamos a un edificio en Manizales donde se hacía ese trámite, imposible, maluco y trágico como todos los trámites en Colombia, y llegamos al edificio y había unas escaleras y un ascensor. Nosotras nos dirigimos hacia el ascensor, y llegó un policía y le dijo a mi papá “¿qué necesitan?” Y mi papá le dijo “tenemos que ir a tal oficina, vamos a hacer una vuelta”, y el policía le dijo “no, es que para ir a esa oficina tienen que subir por las escaleras” y mi papá le preguntó “¿por qué?” Y el señor le dijo “porque esas son las órdenes, esas son las instrucciones”, entonces mi papá le explicó “que hace poco me operaron del corazón, no puedo hacer esfuerzos físicos, entonces que si hay la posibilidad de hacerlo por ahí” y el policía le respondió “no señor, esas son las órdenes”. Y mi papá lo miró a los ojos, muy desafiante, y le dijo “es que, señor policía, yo no recibo órdenes estúpidas ni de usted ni del mismísimo Dios, entonces, con su permiso” y fue y se montó al ascensor.

 

[13%] Cuando tenía 15 años, Matilde y su familia se mudaron a Bogotá. Y el traslado del campo a la ciudad no supuso solamente un cambio de paisaje sino que también la expuso frente a una realidad totalmente distinta.

 

[M] Yo vivía muy sorprendida porque las niñas en el Marymount eran muy juiciosas y en Manizales nadie era juicioso. Los colegios en Manizales eran anarquía pura y dura, y yo siempre tenía un carácter algo rebelde, desde muy chiquita. Recuerdo mucho que la llegada me empezó a alejar de preocupaciones un poquito más triviales que yo tenía cuando tenía en Manizales y me empezó a demostrar que había muchas características del círculo que me rodeaba a mí en Manizales que me empezaron a parecer cerradas, una sociedad cerrada, un poco intolerante, por su puesto con sus excepciones, por si esto llega a la entrevista que los manizaleños no me odien o no me odien más, pero sí, empecé de alguna forma a comparar algunas cosas de Bogotá con Manizales y empecé a tener preocupaciones un poquito más profunda que las que había tenido en Manizales.

 

Digamos que, antes de irme, estaba justo en esa época en la que uno está saliendo con sus amigos, que uno está empezando a tener vida romántica, que estaba empezando a despertar mis preguntas sobre sexualidad, etcétera. Y llegué a Bogotá y me di cuenta que acá era como un poquito más relajado que en Manizales, y empecé a hacerme preguntas un poquito más académicas y más profundas, empecé a darme cuenta que yo era muy crítica ante las reglas, en todo sentido. Pero ya no lo veía como una rebeldía y ya, sino como que empecé a ver como una herramienta de lucha. En ese momento para causas tal vez más pequeñas y más puntuales. Cosas en el colegio, en la casa. Pero empecé a apropiarme de esa rebeldía y a sentir que eso era una cualidad.

 

[13%] El escritor estadounidense David Foster Wallace pronunció un discurso de graduación que tituló “this is water” o, en español, “esto es agua”. El discurso ha ganado mucha popularidad con el paso del tiempo y, parece que hoy más que nunca, es importante interiorizarlo. Cuenta Wallace que dos peces se cruzan con un pez más viejo y sabio que nada en la dirección contraria a ellos. Al pasar, el pez viejo se dirige a ellos y les dice “hola amigos, qué tal el agua” y los dos peces continúan hasta que un pez le pregunta a otro “qué carajos es el agua”. Para Matilde de los Milagros, Manizales era el agua. Cuando llegó a Bogotá, pudo ver a Manizales como una espectadora, con la ventaja de una mirada externa se dio cuenta de que las cosas que le parecían normales, no debían ser normales. E incluso pensó que algunas de esas cosas no debían constituir la realidad. Agua, en realidad, es lo que nos rodea pero no podemos ver por estar inmersos en ella, las costumbres y tradiciones, las maneras de interactuar, las conversaciones que suceden y las que no tienen permiso a suceder. Agua es, en otras palabras, realidad. Y tal vez no hay nada más difícil que darse cuenta que uno no es más que un pez nadando en medio de una realidad que no alcanza a percibir pero que determina la manera en que uno se comporta.

 

Ver el agua y advertir la realidad exige una pizca de rebeldía. Solo así se puede uno apartar del Status Quo y las normas que definen el espacio en el que uno se ha movido hasta entonces. Matilde, había aprendido a ser rebelde de sus papás, ahora en Bogotá, una ciudad que le había mostrado que eso que se consideraba normal en Manizales tal vez no tenía por qué ser así, le daba a Matilde esa gran oportunidad de cultivar esa rebeldía.

 

[M] Entonces, por ejemplo, me acuerdo que una vez en clase de física sentí que el profesor había sido irrespetuoso conmigo, y fui a donde la directora y le dije que yo, en protesta, no iba a volver a esa clase, que me comprometía a estudiar para los exámenes y que a mí me debían calificar por mis resultados, entonces no me podían obligar a enfrentarme a alguien que me había tratado mal y me dijeron “ah bueno, Matilde, si esa es tu propuesta, nos parece sensata” y yo no volví a entrar a esa clase de física y me fue muy mal en los exámenes, por supuesto, porque yo era muy mala en todas las cosas numéricas pero fue un momento en donde digamos que yo puse un precedente que fue que yo no debería tener que convivir con alguien que no me trató de una manera digna.

 

Yo fui una de esas personas que salen del colegio y no tienen ni idea para dónde coger, tenía muy claro lo que me gustaba pero tenía mucha angustia de que eso que me gustaba no fuese garantía para sostenerme en mi futuro.

 

[13%] A Matilde lo que más le gustaba era la filosofía y la literatura. Sin embargo, como les pasa a muchos, el miedo a morirse de hambre por estudiar algo que no da plata se apropió de ella. Escogió entonces Comunicación Social, con tan mala suerte que no le gustó. Y así como a ella no le gustaba, parecía que a sus profesores no les gustara su profesión.

 

[M] Es como si a muchos de estos profesores no les gustara lo que hacen, y hacían mucha referencia a los sueldos, como quien dice “y vayan sabiendo todos ustedes que de esto no van a vivir”, y yo “juepucha, ¿no pues que yo me había venido a la carrera que sí me iba a dar plata? ¿cómo así?”

 

[13%] Es muy difícil estar motivado en cualquier cosa, sea carrera universitaria, trabajo, proyecto, cuando las personas que lo rodean a uno están sumergidas en una ola de pesimismo que arrasan incluso con lo más positivo de las personas. Mucho más difícil es estar motivado cuando los mismos profesores de la carrera que uno está estudiando no demuestran ni siquiera un asomo de pasión por su profesión y, desde ya, le anticipan un futuro lúgubre que ni siquiera les va a dar suficiente dinero para sostenerse. Eso, y otros factores, tenían a Matilde aburrida en su carrera, pero el estar cerca de graduarse la mantenía ahí. Y es que para quien se ha visto inmerso en esa situación, sabe que decidir cambiarse de carrera a esas alturas es una situación muy riesgosa. Sin embargo, en ese momento, sucedió algo que redefinió lo que para Matilde significaba la palabra riesgo.

 

[M] Justo antes de entregar mi tesis, mi mamá murió y ya había muerto mi papá hacía 6 meses, y mi mamá murió y yo dije “no, un momento, yo no tengo tiempo para perder, la gente se muere de un día para otro, yo tenía papás hace un año y ya no los tengo, y tengo unos privilegios que me permitiría cambiar de rumbo, no es momento para que mis temores me frenen”. Entonces, me fui a Nueva York a estudiar escritura creativa que fue lo que estudió mi mamá justo antes de morir, a ella le encantaba estudiar. Su primera carrera había sido derecho, pero después había hecho maestría en filosofía con énfasis en epistemología, y luego había hecho la maestría que hay en la Nacional sobre escritura creativa y se había enfocado en dramaturgia.

 

Yo me acuerdo que, mientras estudiaba periodismo, yo veía a mi mamá estudiando dramaturgia y escribiendo, y le decía “me da mucha envidia, mamá, yo hubiera querido estudiar eso”, no valía la pena pensar en todos los contra de tomar una decisión riesgosa porque la vida ya es demasiado riesgosa, la muerte de mis papás fue una muestra agresiva de eso y es, tu puedes planear mucha cosa a futuro pero mañana pasa algo y todo puede cambiar. Entonces yo mandé mis preocupaciones a la mierda y dije “que se vengan los problemas que se tienen que venir, si esta decisión va a tener consecuencias pues que las tenga, pero yo no puedo escoger la infelicidad si tengo la opción de no escogerla”. Porque ahora que hablábamos de privilegio, poder escoger ser feliz versus no serlo, es un absoluto privilegio, es una persona que está becada en una universidad porque no tenía cómo pagar su estudio y la beca es solamente una carrera no puede decir como “ay, no, de pronto me quiero cambiar”, no tendría cómo costearse ese cambio, no tendría como jugar económicamente para hacer ese cambio. Yo sí tenía cómo hacerlo y sentí que era irresponsable de mi parte no hacerlo.

 

[13%] A Matilde la muerte de sus padres le enseñó que, a veces, la decisión más riesgosa es abstenerse de hacer lo que en realidad uno quiere hacer. Fue así como empacó sus maletas, quitó el pie que ya tenía al otro lado de la línea de su carrera y se fue a Nueva York a estudiar esa carrera que su madre estudiaba mientras ella, celosamente, le decía “mamá, qué envidia poder estudiar eso”.

 

[M] Y llegar a Nueva York fue como el tercer paso, muy parecido a cuando llegué a Bogotá de Manizales, ahora llegué a Nueva York de Bogotá. Y empecé a tener pensamientos parecidos pero a una escala gigante, y empecé a decir “juepucha, somos de un nivel de retrógrados en Bogotá, yo que pensé que allá había más progreso en ciertas cosas y en realidad estábamos muy quedados”. Empecé a entender ciertas cosas como de la realidad colombiana, cosas muy preocupantes, y de alguna forma, viviendo en el extranjero me sentí más colombiana que nunca.

 

Y eso fue una cosa que me pareció interesante, y es que, todo lo que yo empecé a ver y a aprender, lo pensaba en términos de mi colombianidad y mi relación con mi país. Y creo que también por eso es que estoy aquí, de regreso, trabajando desde aquí. Y es que, haber podido estar en el extranjero y haber podido entender un montón de cosas como de las dinámicas sociales, me empuja mucho acá para trabajar por los derechos humanos, sobre todo por los de las mujeres. Mi experiencia en NY fue absolutamente definitiva para todo lo que yo hago hoy y todo lo que me importa.

 

[13%] En la ciudad que no duerme, Matilde dio con el trabajo perfecto. Ese que la ponían a ver charlas TED todo el día y, aparte, le pagan por hacerlo. Pero más que por tratarse de un trabajo increíble, a Matilde la marcó la manera en como la organización se enfocaba en la dignidad de todos los que trabajaban ahí.

 

[M] Esta esta una organización que tenía un propósito social desde su contenido y lo replicaba y era coherente en el trato que tenía con sus empleados. Por supuesto era una oficina divertidísima, una oficina tipo start-up con cervezas, camas, cuarticos de siesta. Creían mucho en la libertad y responsabilidad de quienes trabajaban allá, en la autonomía, entonces ellos sabían que si yo estaba haciendo una siesta era porque realmente la necesitaba, entonces mientras yo cumpliera con mi trabajo eso era poco importante. Por primera vez empecé a hacer amigos y amigas de otros países y otras razas.

 

Mi mejor amiga se llama Ama, mi mejor amiga de allá, que trabajaba conmigo, y ella es de Ghana y fue la primera vez que yo fui amiga de una mujer racializada, de una mujer negra que no conocí por casualidad sino porque ella hacía mi mismo trabajo, le pagaban lo mismo y estábamos en absoluta igualdad de condiciones. Eso yo no lo había vivido en Colombia, todavía hoy no lo he vivido en Colombia a pesar de que tengo amigas que son racializadas, no estamos en igualdad de condiciones y ellos no tienen los privilegios que a mí me ha dado el color de mi piel. Y allá, ver que esta oficina donde había una política importantísima a favor de la igualdad y la diversidad, a mí eso me voló la cabeza y me hizo dar cuenta lo segregada que está la sociedad colombiana de acuerdo al color de la piel y los privilegios socio económicos.

 

[13%] Nueva York, tal como lo había hecho Bogotá en su momento, le abrió los ojos a Matilde, le ayudó a ver que estaba nadando en algo que se llamaba agua, y es que cuando uno levanta la cabeza del cubículo y se da cuenta que al rededor todas las personas tienen su mismo color de piel, puede que no piense que todo está mal, pero Matilde en esa oficina se dio cuenta que había personas de todos los colores de piel y toda orientación sexual que estaban en las mismas condiciones, por eso ahora podía darse cuenta que la realidad que vivimos miles de colombianos privilegiados no es otra que agua.

 

La vida o el azar le cambió los planes a Matilde. Antes de conocer este nuevo evento que se cruzaba en el camino de nuestra entrevistada, una pequeña pausa.

 

[Pauta] Hola soy Daniela y escucho 13%. Si a ustedes les gusta este podcast tanto como a mí, les quiero pedir un pequeño favor: compartan las historias de 13%. Suban una historia Instagram, compartan el episodio en Facebook, mándenlo por WhatsApp, lo que sea. Solo no olviden etiquetarlo como @treceporciento, todo letras. Cada vez que ustedes comparten un episodio, ayudan a que 13% llegue a mas oídos. Ahora sí que siga la historia.

 

[M] No pude sacar la visa de trabajo, me tocó salir con el rabo entre las piernas de Estados Unidos. Esa fue una de las pocas veces donde sentí mi status de inmigrante, y dije “juepucha, mi estadía acá depende de mucho más que mis ganas de estar acá” porque no me dieron la visa, así de sencillo, y me tocó devolverme. Y fue muy triste porque yo no me quería devolver, yo era feliz, era feliz en mi trabajo, era feliz en Nueva York, me sentía plena, sentía que me faltaba mucho por aprender.

 

[13%] Entonces nuevamente un evento imprevisto se atravesaba en el camino de Matilde. Y ahora, de nuevo en Colombia, se convencía aún más de lo infructuoso de hacer planes a futuro.

 

[M] Yo no pienso nada en el futuro, en mi futuro. Me cuesta mucho trabajo hacer proyectos de largo plazo porque yo creo que una de las formas con las que yo lidio con mis propios miedos es viviendo lo que estoy haciendo en el momento. Haberme tenido que ir de Nueva York me dio más motivos para vivir en el presente porque, si yo hubiera tenido un proyecto de vida allá larguísimo, súper completo, se me hubiera caído en un día, y en un día se me deshizo la vida que tenía allá, que estaba completica y era feliz. Entonces cuando me vine yo estaba realmente golpeada porque no tenía un plan a largo plazo, no tenía ni idea yo qué iba a llegar a hacer, yo hace cuatro años no estaba en el país, no tenía ni idea de cómo estaban funcionando acá las cosas. Yo cuando llegué, llegué siendo radicalmente distinta a cuando me fui. Me dio miedo incluso reconectar con mis amistades y con mi familia, yo ya no sabía qué tanto teníamos en común. Haber estado en Nueva York me despertó la vena, y digamos que mi vocación, por el activismo. Me la alebrestó.

 

Mi tía Luchis decía que yo había llegado como con el sarampión del activismo. O sea, lo tenía vivo, vivísimo. Y apenas estaba en mis primeros años de interesarme por el feminismo. Entonces yo llegué con un enfoque de género a Colombia que tomó a todas las personas cercanas por sorpresa. Y dijeron “juepucha, Matilde llegó a dar lora, duro”, y efectivamente, desde que llegué he dado lora y, básicamente, a eso me dedico.

 

[13%] Y es que desde que Matilde llegó a Bogotá se ha topado con una realidad que la mantiene inconforme.

 

[M] Cuando volví a Bogotá, cuando volví a Colombia, en todos los trabajos que tuve no había una persona negra. Y yo decía “juepucha, si es que estoy en un trabajo y miro hacia los dos lados y todas las personas que miro se parecen a mí, hay un problema, porque eso quiere decir que no estamos en un país donde todas las personas tienen oportunidades. Porque definitivamente en Colombia hay muchísimas comunidades racializadas, personas negras, y que no estén en los sitios de trabajo donde estamos nosotros solo significa que estas personas no están teniendo oportunidades de llegar hasta ahí. Entonces a mí eso, cuando regresé a Colombia me impactó, y entonces eso es una de las cosas que ya tengo en cuenta en cada trabajo que hago. La diversidad y el derecho a que todas las personas tengamos oportunidades es algo por lo que todos tenemos que trabajar.

 

Desde que llegué de Nueva York he tenido trabajos bastante diversos pero todos coinciden en que he trabajado con contenido, haciendo curaduría de contenido, parecido a lo que hacía en Nueva York pero en otros contextos, primero trabajé haciendo la curaduría de algunos eventos TEDx acá en Colombia, luego en la parte de libros y editorial del Malpensante, luego siendo la curadora del festival Gabo de periodismo, y ahora con Viejas Verdes y, algo que pude poner en práctica en todos esos trabajos fue “bueno, acá tenemos un contenido, qué tantas voces representa este contenido, qué tantas realidades caben aquí, qué tan parecidas son las voces”, uno de los propósitos en todo lo que hago es asegurarme de tener diversidad en el contenido que propongo y promuevo.

 

[13%] Cuando uno se enfrenta con una realidad que lo tiene inconforme, tiene dos opciones: o sigue nadando como siempre lo ha hecho con el resto de los peces a sabiendas que uno está en el agua, o decide hacer algo al respecto. No vale la pena entonces que les contemos sobre los trabajos que han ocupado el tiempo de Matilde de los Milagros desde que llegó a Bogotá, eso, en realidad, es lo de menos y ella lo sabe. Su trabajo no es escribir y editar textos, para Matilde, su trabajo es el activismo, el activismo en las causas que la mueven.

 

Una de ella es la diversidad y la inclusión de comunidades discriminadas, otra, y la más importante para ella, es el feminismo.

 

[M] Trabajo es cualquier cosa que ocupa el tiempo de un ser humano, pero esa definición de trabajo no es la definición oficial de trabajo. Y por eso, las mamás, que cuidan a sus hijos en la casa, y son mamás de tiempo completo, o las mujeres que cuidan a los abuelos o los papás enfermos o al tío abuelo que no tiene quien lo cuide y ella lo cuida, todas esas actividades que han hecho tradicionalmente las mujeres no son consideradas como trabajos.

 

Hay un gran número de feministas que todos los días trabajan para que esas actividades domésticas sean consideradas trabajos, para que esas mujeres puedan tener una remuneración. Reconocer ciertos trabajos como trabajos, ese reconocimiento tiene una carga política y es la diferencia que a ti, por ejemplo, el papá de tus hijos piense que tú estás haciendo lo que te toca o agradezca porque estás haciendo un trabajo que tiene que estar garantizado y tiene que tener unas garantías. Eso tiene que tener unas repercusiones en términos de violencia doméstica, de igualdad, de un mundo de cosas que en este momento son garantías que no tenemos.

 

Entonces, las mujeres que se quedan en casa ocupan todo su día trabajando, además también el trabajo doméstico es un trabajo físico, haciendo una actividad es absolutamente demandante y al final del día las mujeres no tuvieron remuneración por haber hecho eso, porque al final no es considerado un trabajo. Yo creo que hay muchos tipos de trabajo que todavía no se reconocen como tales, y que si se reconocieran como tales, nos daría la oportunidad de vivir haciendo esas cosas. A mí me preocupa mucho que uno no pueda vivir de hacer activismo, porque siento que llega un momento en la vida de las personas donde les toca escoger entre hacer activismo y tener “un trabajo”, que les paguen, porque uno no puede hacer las dos. El activismo es un trabajo de tiempo completo.

 

[13%] Hay trabajos que no caben dentro de lo que socialmente se entiende como trabajo, y eso tiene repercusiones filosóficas pero también repercusiones tan prácticas como que el mercado no paga esos trabajos. Eso es una situación grave porque el activismo es fundamental. Cuando uno piensa en activismo, desafortunadamente tiende a pensar en una persona de mal aspecto, que no se ha bañado durante muchos días y está marchando en la calle con una pancarta y gritos que lo hacen parecer violento. Pero, en realidad, esa es la imagen cliché del activismo, aquí les queremos proponer una nueva imagen mental del activismo: y es que activismo no es otra cosa que movimiento.

 

[M] A mí me parece que el activismo, una de sus características es que siempre está alborotado. Es una actividad, tiene movimiento, la actividad suena, sino, se llamaría el “repositivismo” de estar en reposo, y no estamos en reposo. Nosotros no estamos echados, estamos haciendo ruido.

 

[13%] Eso es, precisamente, lo que hacemos los activistas. Y sí, oyeron bien, en 13% hoy nos declaramos activistas. Y es que nos sentimos muy identificados con lo que dice Matilde, activismo no es solamente estar en la calle tocando tambores, activismo es estar nadando en un cardumen de peces y, en una de esas Epifanías raras de la vida, darse cuenta que hay una sustancia transparente y extraña que rodea todas nuestras vidas. Activismo es, volviendo al discurso de Wallace, darse cuenta que toda la vida hemos estado nadando en agua sin saberlo. Es, en últimas, desconectar el piloto automático y preguntarse por qué. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué solo el 13% de las personas disfruta una parte tan importante y grande de su vida que se llama trabajo? A partir de ahí, el activismo es hacer ruido y bulla, colarse en los audífonos de las personas y decir “¡oigan! Hay algo preocupante” Y es que lo más probable es que usted en este momento esté miserable en su cubícalo de la oficina y eso no es lo normal, o al menos, tiene que dejar de ser lo normal. Eso, eso en realidad es agua.

 

[M] El feminismo tiene una característica y es que pone todas las cosas de nuestra sociedad bajo una lupa, y entonces uno empieza como a investigar el día a día y las cosas que estamos acostumbrados a hacer, uno empieza a criticar muchas de esas cosas y para la gente es jartísimo porque se sienten vigilados, y es como “¡déjenme en paz! ¡dejen de criticarme todo!”

 

[13%] Y no, no los vamos a dejar en paz. Simplemente hay situaciones que no se pueden dejar ser por el hecho de que por mucho tiempo han sido así, durante mucho tiempo a las mujeres les ha ido peor que a los hombres por el simple hecho de ser mujeres. Durante mucho tiempo, a los gays y a las negras les han pagado peor que a los hombres blancos y heterosexuales, por el simple hecho de ser gays o negras. Durante mucho tiempo, las personas han sido miserables en sus vidas por el simple hecho de que nadie les ha dicho “oiga, las cosas no tienen por qué ser así, mire a su al rededor, está en el agua”.

 

¿Ven por qué era tan importante conocer la historia de Matilde? ¿Ven por qué era necesario grabarse el episodio de su padre en el ascensor? A este mundo le hace falta más rebeldía, pero no cualquier rebeldía, a este mundo le hace falta, y aunque suene cliché, rebeldía con causa, irreverencia, gente que se detenga a pensar que cuando la policía, la sociedad, los jefes, los papás o quien quiera que se atreva a decirles “por ahí no es, señor, es por la escalera” le responda: ¿sabe qué? Yo tengo un gran problema, y es que yo no estoy dispuesto a soportar situaciones estúpidas, yo no estoy dispuesto a morir por un sueldo en un trabajo que odio, yo no estoy dispuesto a una vida bajo el yugo de un mal jefe. Yo no vine a este mundo a nadar bajo las aguas del 87% así que con, o sin su permiso, me voy a montar en este ascensor.

 

[M] Muchas personas estamos trabajando porque esa no sea la realidad y estamos trabajando porque el gusto por el trabajo y la capacidad de poder hacer un proyecto de vida pueda depender de lo que queremos y no de una oferta absolutamente limitada de las personas que no tienen contactos o dinero. Entonces, le diría que no se conforme, pero no que no se conforme desde el “no te conformes, sigue buscando, haz más” porque yo sé que no necesariamente si una persona que está en el 87% busca más o se esfuerza más va a encontrar un trabajo, eso no se lo va a garantizar. Le diría que no se conforme, que no piense que esa es la realidad y hay que aceptarla, que se manifieste por sus derechos, que procure entender las dimensiones políticas de esa realidad para que podamos cambiarla a través de nuestros votos, de las propuestas políticas que sentimos que necesitamos.

 

Yo creo que uno votaría distinto políticamente si uno entendiera ciertas cosas de la realidad. Es decir, si yo siento que poder escoger un trabajo que me guste debería ser un derecho, entonces exigiría que mis políticos me dijeran que van a trabajar por eso. Si yo siento que esa es la realidad y que así se va a quedar, seguramente voto por un político que no esté interesado en que yo sea más feliz o esté más contento con mi trabajo. Seguramente esa situación no cambie.

 

[13%] Tener un trabajo apasionante es un derecho fundamental de todo ser humano, dice Simon Cinnik, y nosotros en 13% creemos lo mismo. Eso sí, antes de exigir a nuestros jefes, a políticos y a nosotros mismos ese proceso, hay que darnos cuenta de algo muy simple: y es que vivimos en una realidad que el trabajo sea una parte aburrida y tediosa de nuestras vidas. Hay que darnos cuenta, en otras palabras, que estamos nadando en agua, en las aguas que siempre ha sido el trabajo. Y que vamos como peces nadando como siempre nos han enseñado a nadar, con la cabeza agachada y la boca cerrada.

 

Usualmente, al final de nuestros episodios, tenemos la famosa sección de pregunta 13. Pues hoy no, hoy, coherentes con esta historia, nos vamos a rebelar y a cambiar el formato. Y es que resulta que Matilde de los Milagros y nuestro entrevistado del tercer episodio de la segunda temporada, Martín Rivera, son pareja. Así es, tenemos nuestra primera pareja en 13% y eso amerita una buena historia contada al mejor estilo de 13%. Así que, contado al mejor estilo de 13% y dedicado a ustedes, Martín y Matilde, aquí va la historia de cómo Martin y Matilde se reencontraron y, en una noche cualquiera y muy al estilo de ellos decidieron casarse.

 

[Martín] Y una vez yo estaba pensando “juepucha, yo estoy haciendo activismo por la paz, promoviendo el SÍ pero hay dos personas con las que me peleé, tuve una discusión fuerte y nunca volví a hablar. Como que eso nunca se cerró, y a esas dos personas les escribí un mensaje por Facebook muy similar.

 

[Matilde] ¡Yo ya me había olvidado de esa pelea! Eso había sido hacia mil años, con quien vivía en Nueva York, y Martín me escribió un día por Facebook de la nada y me dejó un mensaje que decía como “hola Matilde, no sé que es de ti, pero sé por mis amigos que te va muy bien, que eres una vieja muy chevere y que tienes unos ideales que defiendes. Te quería decir que me sentiría muy hipócrita si estuviera defendiendo la paz, como la estoy defendiendo en este momento, pero todavía no estuviera en paz con todas las personas. Tú y yo tuvimos una discusión y yo te quería pedir disculpas si te ofendí, te quería decir que todo bien -en el párrafo decía ‘todo bien’ como siete veces-, que todo bien, que yo todo bien y que tú todo bien, y que pues, todo bien”.

 

Y entonces yo le respondí como “Martín, qué lindo este mensaje, por supuesto que todo bien, casi que ni me acordaba de la pelea, y ya casi me tengo que devolver a Colombia porque no me dieron la visa entonces chevere que nos viéramos cuando yo llegara”.

 

[Martín] Y entonces ella me invitó a su casa a tomarnos un café, pero ella me invitó a su casa porque quería que yo le ayudara a pegar un afiche en su casa por la paz, por el plebiscito.

 

[Matilde] Él era trepado en una escalera. Él no entendía nada. Íbamos a hablar dizque de qué hacíamos cada uno y terminó por allá trepado en una escalera y ya, después de eso…

 

[Martín] El 5 de octubre, que fue la primera marcha después de la derrota, coincidimos en la marcha. Pues, no coincidimos, yo ya le había preguntado si iba a ir, entonces yo compré dos velas y yo estaba con un amigo y el man como “y usted por qué compró dos velas” y yo como “depronto me encuentre por ahí a alguien que necesite una vela”.

 

[Matilde] Yo me imaginé que los dos íbamos a marchar y yo le pregunté como “¿oye vas a ir a la marcha?” Y él “sí y tú” y yo “sí”, “no pues allá nos vemos” y él llevó dos velas, dos velitas, por si las moscas y los amigos le preguntaban que para qué eran las dos velas, y el “no, por nada, por si se me pierde una”, finalmente nos encontramos después de la marcha…

 

[Martín] Y esa noche terminamos bailando salsa y desde ese día estamos juntos, entonces decimos que la paz fue lo que nos reencontró.

 

[Matilde] Básicamente, Martín y yo ya habíamos hablado mucho, mucho, sobre matrimonio. Ambos sabíamos que nos queríamos casar el uno con el otro, Martín estaba en plena campaña presidencial liderando la campaña de él acá en Bogotá. Y yo estaba trabajando en ese momento, ya no me acuerdo si en el Malpensante o en el Festival Gabo, tal vez en el Malpensante. El caso es que ya lo habíamos hablado mucho y yo hice una reflexión y fue que “juepucha, si ya sabemos que nos queremos casar, si ya lo tenemos tan claro, ¿yo por qué voy a esperar a que él me proponga matrimonio?” Está todo embalado en una campaña, no va a tener tiempo de nada y yo quisiera comprometerme con él, ¿por qué no le pido matrimonio yo si ya lo tenemos tan decidido?

 

Fue dificilísimo saber la talla del anillo de Martín, cómo diablos sabe uno de qué tamaño es el dedo del novio. No, no, no, ¡eso fue! Yo decía cómo diablos, dificilísimo. Entonces mis amigas decían “algún día que se vayan de fiesta, cuando él se duerma, tú coges uno de esos cositos con los que cierran el pan y lo dejas así y lo mandas”. Después mi hermana mayor tuvo una idea brillante que fue “algún día que estés jugando con las niñas, con mis sobrinas, juegan a dibujar las manos que es un jueguito muy frecuente entre los niños, tú guardas la mano de Martín y ahí vas a tener el diámetro del anillo” y yo “¡ay juepucha, está muy buena esa idea” porque yo no sabía como medirle el dedo.

 

El caso es que pude mandar a hacer la argolla, yo ya sabía Martín cómo quería su argolla porque habíamos hablado tanto del tema que él hasta ya me había dicho cómo la quería, y yo le iba a pedir matrimonio en un viaje que íbamos a hacer. Yo me llevé la argolla y ya mucha gente sabía que esto iba a pasar, yo les dije “me voy a llevar la argolla y si siento que algún momento está siendo lo suficientemente especial, saco el anillo”.

 

[Martín] Y no fue un viaje fácil, tuvimos discusiones, es decir, pareja, nada del otro mundo.

 

[Matilde] Y resulta que el viaje fue horrible, peleamos los cuatro días seguidos, no nos estábamos soportando, no nos queríamos ni ver y toda la gente me decía “Mati, ¿todo bien? ¿qué ha pasado? No vemos nada en redes de ustedes” y yo “juepucha si esta gente supiera que estamos al borde de que todo se vaya a la porra, nos fue pésimo en ese viaje”.

 

El caso es que cuando volvimos del viaje todo se volvió a normalizar y volvimos como a estar en un estado absurdo de enamoramiento, y un día Martín llegó súper cansado del trabajo, ya estábamos acostados, con la luz apagada, ya era tarde, ya nos estábamos quedando dormidos.

 

[Martín] Ya estábamos en pijama, y habíamos pedido algo de comer, de pronto, o no, no me acuerdo. Ya con la luz apagada y ya yo me estaba durmiendo. Y ella empezó a decirme que me amaba mucho y yo también.

 

[Matilde] Y yo no sé a mí qué me hizo pensar que ese era el momento de proponerle matrimonio a Martín y yo cogí la argolla que estaba muy cerca de mí, y bueno, le dije lo que siempre nos decíamos “te amo”, “sí, yo también”, “quiero estar contigo para siempre”, “sí, yo también”, “me quiero casar contigo” y él “sí, yo también”, y yo “no, en serio, me quiero casar contigo” y él “sí, yo también” y ahí, en algún punto de esas palabras como que le entregué la argolla y este man no entendía nada.

 

[Martín] Pero estaba oscuro, yo le había dado a ella un anillo en otro viaje, pues de regalo, y yo pensé que me estaba dando ese anillo como simbólicamente, cuando cogí el anillo y era una argolla yo ahí pues quedé frío. Como un bloqueo mental de “me están pidiendo matrimonio”.

 

[Matilde] Él solo miraba la argolla pero no decía una sílaba, yo solo decía “listo, bueno, acabé con mi relación, hice la barbaridad más grande del mundo, hasta aquí llegamos”.

 

[Martín] Inclusive fue tan tenso el momento de confusión, pero no desde la negación sino desde un shock, que ella lo alcanzó a dudar, “la embarré, le estoy entregando un anillo y este man me va a decir que yo, y está loco y se acabó esto”. Y yo pero “claro, sí, ¡sí! ¡sí!” Y como que, sí. Luego los dos caímos en la cuenta que no estábamos comprometiendo y esa noche bajamos, no sé qué teníamos guardado por ahí de algún viaje y nos pusimos a bailar, le contamos a la familia, y le dije como “y cuándo ponemos la fecha o qué” y ella “¿qué fecha?” Y yo “pues, linda, casarnos”, sí, como que ya aterrizar y entender…

 

Por ahí hay un artículo de La Nación, el periódico de argentina, sobre eso. Rarísimo. Los comentarios fueron muy chistoso. Los comentarios machistas de los argentinos, muy chistosos. En Instagram pusimos unos videos de Matilde leyendo los comentarios en acento argentino y vale la pena. Creo que el más querido me dijo marica, de ahí para abajo no me bajaban de lo que se imaginen. Fue muy divertido.

 

[13%] Gracias por escucharnos, esto fue 13%. Nosotros somos Andrés Acevedo y, quien les habla, Nicolás Pinzón. Pueden encontrar todos nuestros episodios suscribiéndose a nuestro canal en aplicaciones como Spotify, Apple podcast, Google podcast, YouTube o cualquier otra aplicación de podcasts.. No olviden seguirnos en Instagram y Facebook donde nos pueden encontrar como 13%, escrito todo letras. Ahí esta el link de nuestra página web, donde pueden descubrir más, incluyendo artículos escritos por nosotros. Si les gustó lo que acaban de escuchar, les queremos pedir un favor: ayúdennos compartiendo este episodio, sólo así podremos seguir fortaleciendo esta comunidad que busca re significar la palabra trabajo. Aumentemos esta cifra, hasta la próxima.