Este episodio es un viaje al pasado de Alejandro Posada, ex baterista de Morat. En él, exploramos la verdadera naturaleza de los sueños. Los sueños, creemos, no son esos enunciados articulados que proclaman, con voz de confianza, «yo sueño con ser un gran empresario». Los sueños son, en realidad, pedazos de una película. Pequeñas escenas borrosas que van adquiriendo nitidez a medida que uno se dedica a trabajar.

El sueño de Alejandro Posada involucra luces, tárimas, micrófonos y, sobre todo, una tremenda batería. Acompañenos a entender por qué los sueños deben examinarse cada cierto tiempo y por qué conocerse a uno mismo es la clave para no estancarse en una vida que no es la de uno.

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Transcripción del episodio

[13%] Con esta historia que van a escuchar, llegamos a la mitad de esta segunda temporada. Cada día crecemos más y por eso decidimos hacer este anuncio únicamente para agradecerles. Gracias por compartir nuestro podcast, por escribirnos y por retroalimentarnos. Por favor sigan haciéndolo, solo con la ayuda de ustedes podemos seguir creciendo, mejorando y, sobre todo, aportando. Así que: infinitas gracias. Sígannos en nuestras redes sociales y estén pendientes porque se vienen muchas cosas buenas y nuevas. Dicho esto, que empiece la historia de Alejandro Posada, ex baterista de MORAT.

 

Este es un episodio sobre los sueños. Pero no tanto sobre “tengo un sueño y quiero lograrlo” sino sobre la verdadera naturaleza de los sueños. Los sueños, creemos en 13%, no son tanto lo que nos han hecho creer que son, imaginarios articulados, precisos, que uno comparte con las personas que uno más quiere, cuando con certeza le dicen “yo sueño con ser un gran empresario. Así tal vez son los sueños de algunos, pero la realidad es que muchos de nosotros no tenemos tan claro con qué soñamos. Lo que tenemos en realidad, son pedacitos de una película, pequeñas escenas que se van gestando en rincones oscuros de la mente y que, un día cualquiera, saltan en frente del reflector y se vuelven una prioridad necesaria, urgente, al parecer, inalcanzable.

 

La historia de Alejandro Posada es un poco así: no es el típico sueño de quien sueña con ser un artista famoso y exitoso, es el sueño de quien muere por tener su propia banda y tocar música al frente de amigos y desconocidos. Es un sueño que se presenta como pedazos de una película, una película con luces, tarimas, guitarras, micrófonos, y sobre todo, una tremenda batería y mucha percusión.

 

[Intro] Bienvenidos a 13%, pasión por el trabajo.Yo soy Nicolás Pinzón, y yo soy Andrés Acevedo, y nos parece absurdo que solo el 13% de la población mundial ame su trabajo. Por eso, creemos que es vital contar las historias de esa minoría especial que no odia los lunes, ni espera impaciente que llegue el viernes por la tarde, ni trabaja solo por dinero. Con ayuda de todos ustedes queremos darle un nuevo significado a esa parte de nuestras vidas que se llama trabajo.

 

La historia de Alejandro Posada no comienza con un sueño, comienza, como sucede usualmente, con algo más elemental: con la fascinación en la mirada de un niño de colegio, un niño que ve una banda marcial y piensa, para sí mismo, “yo algún día quiero estar ahí”.

 

[Alejandro] Cuando uno es chiquito y ve a la banda tocar es una de las cosas más emocionantes que hay. No sé, es una banda de, por ahí, 100 personas, todos tocando con una fuerza impresionante. Yo me moría de ganas por entrar a la banda.

 

[13%] Los que entraban en la banda marcial tenían dos opciones principales: o se iban por las trompetas, que no emocionaban mucho a Alejandro o por los redoblantes que, en cambio, le fascinaban. Así fue como Alejandro Posada, que había tocado piano durante algunos años, entró en el mundo de la percusión.

 

[A] Por ahí fue que me fui metiendo poquito a poquito a la batería, hasta que un día, no me pregunten cómo, convencí a mis papás de que necesitaba tener una batería en la casa y me compraron una batería, y ahí fue que, nunca tuve profesor de batería, pero tocaba todos los días sagradamente un par de horas y a punto de práctica es que uno se va volviendo mejor y, obviamente viendo videos, viendo conciertos, viendo tocar a gente que es muy buena.

 

[13%] Pasó entonces lo que para cualquier padre sería una pesadilla: una batería en la casa. Afortunadamente para Alejandro, sus papás, quién sabe si por gusto por la música o simplemente por amor a su hijo, le tuvieron la paciencia suficiente para que él siguiera practicando y siguiera afianzando su relación con las baquetas.

 

[A] En eso sí fueron muy pacientes. Demasiado pacientes. Difícil tener un peladito tocando batería todos los días, haciendo ruido, y eso no es que suene pasito. No era una batería eléctrica ni nada, era una batería de verdad, y eso hace mucho ruido, mucho mucho ruido.

 

[13%] Rápidamente, practicar batería solo se volvió insuficiente. Le hacía falta compañía, otros instrumentos y un propósito compartido. Así nació…

 

[A] Mi primera banda se llamó Ginebra. Y duramos mucho tiempo. Duramos, no sé, cinco años tocando juntos o más, y tuvimos muchos shows en muchos colegios que pues, obviamente, uno estando en noveno, para uno eso es lo máximo. Tocamos en un par de restaurantes, en un par de bares, teniendo menos de 18 años.

 

En décimo, decidimos empezar otra banda que fue una mezcla de mi banda anterior que se llamaba Ginebra y de la banda que llegó después que fue MORAT. Esa banda se llamó Los Voluntarios.

 

[13%] En esta nueva banda, Los Voluntarios, hubo una mezcla de caras nuevas y viejas. Entre las viejas se encontraban los antiguos integrantes de Ginebra y, entre las nuevas, entre otras, figuraba Juan Pablo Isaza. Los Voluntarios llegó a su fin cuando Juan Pablo Isaza, vocalista de la banda, se fue del país.

 

Un día, estando por fuera del país, le preguntó a Alejandro que si podían hablar por Skype.

 

[A] A mí se me hizo un poco raro, no hablábamos hace tiempo pero pues, me llamó y me mostró todas las guitarras que se había comprado, que se había comprado un micrófono, que quería volver a Bogotá a montar ahí medio un estudio casero en su casa y que quería que grabáramos canciones, que ya había hablado con Villa… Villa tocaba mucho guitarra en ese momento, empezó a tocar banjo después. Y apenas volvió nos dedicamos fue a aprender cómo grabar. Eso es todo un arte y es de mucho practicar, experimentar, jugar con los equipos que uno tiene. Grabamos muchas canciones de Fito & Fitipaldis, escribimos un par de canciones también.

 

[13%] En el estudio casero que montaron en la casa de Juan Pablo Isaza, Alejandro Posada, Juan Pablo Villamil y Juan Pablo Isaza, se dedicaron a grabar canciones propias y de otras bandas que admiraban como Fito & Fitipaldis.

 

[A] Él vivía en un apartamento y ahí sí teníamos problemas de ruido, entonces no podía llevar mi batería porque si tocábamos batería, nos iban a echar. Entonces, el reemplazo que le encontramos a la batería, fue el cajón. Un día nos fuimos al centro a buscar el primer cajón que me compré, que era perfecto porque lo podíamos llevar a todas partes, no hacía tanto ruido y era un instrumento de percusión muy chevere que, además, en ese momento, no se veía tanto. Nadie estaba usando esa vaina, entonces nos compramos nuestro primer cajón, aprendimos cómo era para grabar esa vaina que es muy difícil que suene bien.

 

Ensayando los 3 nos dimos cuenta o, pues, siempre supimos, que nos hacía falta un bajista. En una banda es muy importante ese instrumento. Simón, que hoy en día es el bajista de MORAT, era la opción A, B y C para ser el bajista de Malta, en ese momento, la banda, pero Simón, el que lo conoce, sabe que tuvo una época de metalero muy definida, muy intensa durante varios años de su vida. Pelo largo, todo. Y esa no era la música que estábamos haciendo, para nada. Pero pues, nos tocó rehabilitar a Simón y ayudarlo a entender qué era lo que estábamos haciendo nosotros.

 

[13%] Con la adición de Simón Vargas, la banda estaba completa. Siguieron entonces con la convicción de crear algo serio pero sin la ilusión de convertirse en grandes artistas de un momento para otro. Siguieron, en su momento, componiendo y tocando música.

 

[A Volverse artista puede parecer muy difícil, volverse estrella de rock, por decirlo así, uno piensa que eso no pasa, que es un sueño inalcanzable. Pero eso no era motivo para desmotivarse ni para dejar de hacer lo que estábamos haciendo porque nos gustaba mucho, nos gustaba mucho escribir canciones, grabarlas, compartirlas y tocar en vivo. Eso era lo que nos gustaba hacer.

 

[13%] En esta historia no viene primero el sueño y luego la ejecución para acercarse a él. Aquí primero fue la ejecución. Es decir, dedicarse a hacer las cosas que le gustaban a Alejandro y, de a poquitos, el sueño de lograr ser un artista exitoso se comenzaba a proyectar en su mente. Esas proyecciones adquirieron mayor nitidez cuando un pequeño bar, en el segundo piso de un edificio no muy llamativo, decidió abrirle las puertas a Alejandro y a su nueva banda y darles un espacio para tocar. La primera presentación de MORAT en Latea, fue todo un éxito. El dueño del lugar quedó fascinado porque su pequeño bar en un segundo piso de un edificio viejo en Bogotá se convirtió en el escenario predilecto de esta banda que, poco a poco, iba ganando nombre y seguidores.

 

[A] Latea fue el primer lugar que nos abrió sus puertas. Obviamente primero fue un miércoles, o sea, ni siquiera un jueves porque una banda desconocida no es un buen negocio para el lugar donde los dejen tocar, pero pues nos dijeron que lleváramos la gente que pudiéramos llevar, que nos daban un pedazo de las entradas que pagara la gente y eso ya era más que suficiente motivación para nosotros. Nosotros solo queríamos tocar y Latea era un barcito, chiquitico, en la 109 con 15, más o menos, en un segundo piso.

 

Y… ese miércoles casi se revienta ese bar. Llevamos a todas personas que conocíamos y obviamente el dueño quedó sorprendidísimo, ya había un par de canciones que habíamos subido a YouTube, que habíamos compartido yo no sé cómo, que la gente se sabía y pues, uno oír a las personas que uno no conoce cantando sus canciones cuando uno está empezando, pues es muy emocionante.

 

Y que uno se baje de esa tarima y le digan “oiga, brutal la música que están haciendo”, “oiga me encanta esto”, no sé qué, pues es lo máximo.

 

[13%] Lo que pasó después algunos lo llamarían suerte y otros dirían que fue destino. Pero lo cierto es que en este caso, como en todos los casos de éxito, para tener suerte primero se necesita estar en un lugar donde la suerte lo pueda encontrar a uno. Y para MORAT ese lugar era Latea, y solo hacía falta tiempo y uno que otro evento afortunado para que la suerte atravesara las puertas de ese segundo piso de un edificio viejo en Bogotá. En este caso en particular, la suerte tenía nombre propio: Pedro Malaver.

 

[A] Es una historia un poco enredada. Que había peleado con la novia, la novia conocía la banda y Pedro, en ese momento, era el manager de Cali y el Dandee, y a Cali y el Dandee les estaba yendo muy bien, ya estaban firmados con Universal y todo, estaban haciendo mucha música, tocando mucho. Pedro se había vuelto esa persona que toda persona que tuviera una banda, se la quería mostrar a él porque sabían que él ya conocía gente, tenía conexiones y lo podía ayudar a uno. Obviamente él ya estaba cansado de esas situaciones donde le mostraban una banda y él tenía que decir “oiga, esto está bueno, muchas gracias”.

 

[13%] Precisamente, eso le había ocurrido a Pedro cuando le mostraron, por primera vez, una canción de MORAT. Una canción no muy bien grabada que su novia le enseñó, pero que él, un poco fatigado del exceso de música y artistas queriendo presentarse, rápidamente descartó.

 

[A] Pero como se agarró con la novia, la novia lo obligó ese día a ver el show de Malta ese día en Latea. Al man le tocó ir. Entonces fue allá, nos vio tocar en vivo y se dio cuenta que había algo bueno, que había algo mucho mejor a la canción mal grabada que había oido antes. Apenas terminamos de tocar, él quedó un poco sorprendido y dijo “oigan, quiero conocerlos mejor, quiero presentarles a Dandee, quiero que grabemos una canción porque siento que ustedes tienen muy buena madera y con ustedes podríamos lograr algo muy chevere si se meten de lleno a esto”.

 

[13%] Aunque en su momento no tenían cómo saberlo, esa noche sería un punto de inflexión en su carrera. Esa noche cambiaría para siempre sus vidas. Y, como siempre pasa, no faltará el que diga “eso es pura suerte”, “esos de MORAT son unos de buenas”. Eso es intentar, con algo de resentimiento, dividir la vida entre suertudos y no suertudos. Pero, en realidad, la vida se divide entre los que hacen y los que se la pasan hablando. Esos que se la pasan contándole a todo el mundo sobre los grandes planes que luego nunca ejecutan y critican a esos que sí se remangaron la camisa y se pusieron a trabajar.

 

Hace falta algo de suerte para tener éxito, eso no lo ponemos en duda, pero para tener suerte primero hay que hacer. Y hacer es caminar las calles del centro de Bogotá en busqueda del cajón ideal, es pasar muchos días aprendiendo a grabar el sonido de ese cajón, es gran canciones a pesar de los comentarios de “no pierdan tanto tiempo, para ser un artista exitoso hay que estar en la rosca”. La suerte, esa la suma de esas coincidencias azarosas y absurdas que no logramos explicar, solo le llega a los que se deciden a hacer algo sin esperar nada a cambio, a quienes sacrifican fiestas con amigos por largas noches de grabación, a los que, en últimas, en vez de estar criticando y tildando a la gente de “afortunada”, se dedica a construir lo suyo.

 

Lo que vino a continuación fue una serie de eventos que cayeron sobre Alejandro y sus tres compañeros de MORAT como si alguien hubiera pisado el acelerador hasta el fondo. Una serie de eventos que se desencadenó con una visita sorpresiva.

 

[A] Entonces él fue a un ensayo, Mauricio. No otros no sabíamos nada de él, teníamos la imagen de un reggaetonero en la cabeza y se nos hizo súper extraño que este tipo fuera a vernos tocar y llega un man caleño en pantaloneta y sandalias, con gafas oscuras a la casa de Isaza a vernos ensayar, todo estábamos perdidísimos y ahí tocamos un par de canciones, después llega Mauricio a decirnos “oigan, esta vibra está muy chevere, la guitarra de cuerdas está muy Dave Matthews Band, el cajón me encanta”, o sea, empieza a botarnos un montón de artistas que son unos artistas que nosotros oímos todos los días. Un reggaetonero contándonos todo eso. Pues, obviamente, para nosotros fue una sorpresa impresionante.

 

Ahí fue donde empezamos a trabajar con él, nos dimos cuenta que era un productor espectacular, mucho más que las canciones de reggaetón, que son mucho más que reggaeton también, que él hace con su hermano. Ahí fue que empezamos a grabar nuestro primer sencillo, el que iba a ser nuestra carta de presentación de verdad, no las canciones mal grabadas que teníamos antes sino una canción muy poderosa que nos ayudara a llegar a nuevos lugares. Pedro y Mauricio sabían muy bien lo que estaban haciendo, sabían que necesitábamos una canción que estuviera muy bien grabada, que fuera muy buena, muy bien escrita, y que esa canción nos iba a abrir todas las puertas que necesitaremos abrir.

 

[13%] Necesitaban, entonces, una carta de presentación. Pero no cualquier carta de presentación, la carta de presentación. Necesitaban, en realidad, una canción ganadora.

 

[A] Y grabamos durante 8 meses la canción. Para grabar una canción es una cantidad estúpida de tiempo. Es mucho tiempo. Oir eso terminado es de las cosas más emocionantes que hay. Porque sí, ya habíamos grabado antes, ya habíamos hecho algunas cosas antes, pero no tenían comparación con esta canción. Además porque la canción era muy buena, estaba muy bien grabada y ese sí era el producto terminado, ese sí queríamos salir a mostrárselo a todo el mundo.

 

[13%] Esa canción se llamó “Mi Nuevo Vicio” y, si antes parecía que las cosas estaban sucediendo con un ritmo acelerado, lo que vino a continuación sería un río desbordado que nada podía controlar. Antes de conocer la repercusión de “Mi Nuevo Vicio” en la historia de MORAT, hagamos una pausa, un pequeño anuncio.

 

[Pauta] Hola soy Daniela y escucho 13%. Si a ustedes les gusta este podcast tanto como a mí, les quiero pedir un pequeño favor: compartan las historias de 13%. Suban una historia Instagram, compartan el episodio en Facebook, mándenlo por WhatsApp, lo que sea. Solo no olviden etiquetarlo como @treceporciento, todo letras. Cada vez que ustedes comparten un episodio, ayudan a que 13% llegue a mas oídos. Ahora sí que siga la historia.

 

[A Entonces, a raíz de esa canción, firmamos con Universal Music en España, entonces, contrato con disquera, muy buen contrato para una banda que solo tenía una canción. Una banda en Colombia, firmada en España, obvio también gracias a la gente que Pedro y Mauricio conocían, entonces firmamos con Universal, después de Universal llegó nuestra canción a los oídos de Paulina Rubio y ella dijo o pensó que esa canción era especial y que ella quería hacer parte de esa canción. Se dio cuenta que estaba pasando algo grande en Colombia, en España, y dijo “yo necesito subirme a ese tren”.

 

[13%] Paulina Rubio, uno de los iconos musicales de América Latina, quería grabar con estos cuatro bogotanos que tenían una sola canción producida, cuatro bogotanos que, antes de ese momento, su música no era para nada reconocida.

 

[A] Nosotros no habíamos ido ni a Cali a tocar y nuestro primer viaje fue a Los Ángeles a grabar un video con Paulina Rubio. Ese es el escalón del que estoy hablando. Y, pues, obviamente, qué emoción unos chinos de la universidad con su bendita yendo a los Ángeles a grabar un video. ¡Una locura! Empezaron a pasar todas las cosas que soñamos que pasaran, que nunca nos imaginamos que iban a pasar así. Empezaron a pasar todas, muy rápido.

 

[13%] Entre todas esas cosas que empezaron a pasar, hubo una que fue augurio del tremendo éxito que estaba por pasarle a MORAT.

 

[A] Viajamos, principalmente, para un evento de una emisora muy grande allá que se llama Cadena 100, ellos hacen como una noche de un festival donde tocan artistas en vivo una vez al año y nosotros, o, bueno, Mauricio y nosotros, principalmente, estábamos invitados a tocar allá y tuvimos ese show que fue una locura. Fue en el Palacio de los Deportes de Madrid, habían 16, 17mil personas. Solamente íbamos a tocar “Mi Nuevo Vicio” y eso, obviamente, fue un descreíste salvaje. De hecho, antes de nosotros toco Fito, de Fito & Fitipaldis. Y lo conocimos. O sea, ese tipo que habíamos tocado toda la vida, que habíamos admirado, tocó, compartimos escenario con él esa noche. Eso fue una vaina una locura.

 

Tocamos la canción, todo el estadio la cantó, impresionante. Eso fue un subidón salvaje. Estábamos muertos de los nervios. A uno antes de tocar, o por lo menos a mí, me da como una ansiedad mezclada con nervios, o sea, uno quiere tocar ya. No es que uno no quiera tocar, es que uno quiere, mejor dicho, estar tocando ya pero estaba muy nervioso de hacerlo, entonces como que es una mezcla muy chistoso. Los segundos parecen horas, el pulso disparado, uno sudando. Y yo, pues que toco batería, de las cosas graves que le pueden pasar a uno es que se le caigan las baquetas, entonces me lavaba las manos ocho veces antes de tocar porque a uno le sudan todo. Uno ni siquiera sabe en qué momento empieza y en qué momento para de tocar, en especial por lo que es una sola canción, entonces eso como que arranca y se acaba. Entonces a uno le toca ya, bajarse porque además viene el siguiente, todo el mundo estaba tocando una canción. Entonces como que es una vaina fugaz, o sea, se acaba en un segundo.

 

[13%] Esta fue una historia muy resumida de cómo MORAT pasó a ser una banda que tocaba frente a 100 personas en un segundo piso en un edificio viejo de Bogotá, a convertirse en un fenómeno global que tocó al frente de 17 mil personas en uno de los principales escenarios de Madrid. Es, también, obligatoriamente, la historia de Alejandro Posada. Ese niño que veía con intriga la banda marcial de su colegio a convertirse un miembro de una banda reconocida internacionalmente.

 

Pero lo cierto es que ese solamente es un lado de la historia, ese es el lado glamouroso, que está lleno de éxitos, contratos, apariciones en radio y televisión, y muchos viajes. Es, sin duda, el lado de la historia que solemos escuchar, el que a los medios les gusta contar y el que podemos ver en el Instagram de cualquier artista y, por qué no, de cualquier persona. Allí, en los medios de comunicación y las redes sociales, solo se ven los éxitos, nunca los fracasos. Y ni qué decir de los conflictos internos o fantasmas que suelen atormentar a todas las personas. Y esto, en realidad, a veces es una lástima, porque en los conflictos internos y en los fantasmas personales suelen estar las lecciones más valiosas de todas. Valiosos para la persona que los vive, pero también para los otros. Y, como en 13% estamos obsesionados con compartir ese tipo de lecciones, aquí va el lado B de la historia de Alejandro Posada.

 

Resulta que mientras MORAT despegaba, Alejandro estaba estudiando arquitectura, una carrera que lo apasionaba y le encantaba. Naturalmente, a medida que la locomotora de MORAT iba cogiendo tracción, Alejandro se veía obligado a sacrificar tiempo de arquitectura, y cuando surgieron los planes de hacer una gira por España, abandonar su carrera se volvió una verdadera opción.

 

[A] Yo estaba paniqueado. En especial porque yo siento que siempre he sido un poco psicorrígido con mis proyectos y las cosas que quiero hacer, y cuando me propongo algo y me dicen después que ya no lo puedo hacer, me da muy duro. Entonces, en ese momento, que salirse de la universidad fuera un escenario, para mí era tenaz.

 

[13%] Y no solo el escenario de la universidad era un problema, sino que la vida de artista implica mucho más que sentarse a crear música. Implica también hacer promoción, hacer entrevistas, interactuar con los fans, y otras cosas que no todo el mundo asume con naturalidad.

 

[A] En cambio a mí me costó mucho trabajo. Todavía me cuesta. Este viernes me fui a comer un helado y una niña desconocida se botó a abrazarme porque yo había estado en MORAT hace dos años. Y eso todavía me cuesta mucho trabajo. Y pues, obviamente, cuando uno está trabajando para hacerse renombre y todo, esas cosas empiezan a pasar. Que uno se encuentra con fans en la calle que se quieren tomar fotos con uno, uno sale a almorzar, y si íbamos los cuatro juntos, más, no podíamos almorzar tranquilos porque venía gente todo el tiempo a pedirnos fotos, a pedirnos autógrafos, demás, y eso obviamente tiene su magia pero pues es delicado también porque uno se cansa de eso. Porque es el tiempo que uno tiene para uno y se lo están quitando constantemente. O por lo menos así es como yo lo veía.

 

[13%] Y es que, en este contexto, ni siquiera algo que parece ideal, que es viajar por el mundo, termina siento algo fácil.

 

[A] Al principio es lo máximo, obviamente, estar viviendo en España, con un apartamento que le ponen a uno, cuatro amigos del colegio, pues es lo máximo. Eso sí siempre fue lo máximo. No voy a decir mentiras. Pero cuando empiezan las giras y uno solo pasa una noche en cada ciudad, en donde uno llega digamos, por la mañana, tiene en la mañana entrevistas de radio, de televisión, de lo que sea, después almuerza y se va al lugar en el que va a tocar por la noche, tiene prueba de sonido, después sale a comer, después toca y ya son las 12 – 1 de la mañana y uno está destruido, pero al día siguiente uno tiene que salir para otro lado, pues entonces da igual donde uno esté.

 

[13%] Uno tiende a pensar que la vida de artista es una delicia porque viajan por el mundo, tienen plata, se la pasan en fiestas con otros famosos y viven, literalmente, con su música. No hay nada más alejado, la vida de artista es dura. Es trabajo puro y duro, tal vez demasiado duro. Y, para una persona que está intentando terminar la universidad y ser artista al mismo tiempo, equilibrar los dos lados de la balanza se convierte en una misión supremamente compleja.

 

[A] Yo sentía que no me estaba pudiendo dedicar bien a ninguna de las dos cosas. Que yo no estaba escribiendo canciones porque me tocaba llegar al hotel, al apartamento, a lo que fuera, a sacar mi computador y hacer cosas de la universidad, y hacerlas mal porque no tenía el tiempo suficiente para dedicarles. Eso fue menos de un año que estuvimos en la universidad y viajando al mismo tiempo, pero fue suficiente para que yo me cuestionara todo lo que estaba haciendo, no estaba pudiendo hacer ninguna de las dos cosas bien. Estaba mamado cuando íbamos a tocar, entonces no lo estaba disfrutando, y estaba haciendo todas las cosas de la universidad mal, en especial en mi carrera que todo es en grupos la gente me odiaba, me estaba llevando muy mal con los profesores porque pues todos son entregas y retroalimentaciones en arquitectura y pues, mis retroalimentaciones eran muy malas y me decían “oiga, vea, trabaje en esto” y yo decía “no puedo, me voy a España la próxima semana”, entonces los profesores me odiaban también, obviamente.

 

[13%] A medida que MORAT crecía, el hilo que unía la vida de Alejandro se dividía y se comenzaba a enredar. Empezaron entonces a surgirle dudas de si en realidad quería dedicarse a la música.

 

[A] MORAT se volvió como una locomotora que arrancó y ya no se podía frenar. Eso lo sabíamos todos. Nosotros estábamos viviendo en España y ya estábamos haciendo planes para irnos a vivir a México el próximo año, y ahí es donde yo me preguntaba si eso era en verdad lo que yo quería estar haciendo, porque cuando empezó todo lo que hacía en MORAT me gustaba y después, cuando fuimos creciendo, creciendo, creciendo, se volvió al revés. Cada vez eran menos las cosas que me gustaban y más, y más, y más las cosas que no me gustaban, que me costaban mucho trabajo y, además, sentía que estaba dejando botada mi carrera, a la que siempre le había metido la ficha. Lo que a mí me pasaba era que, si estaba en MORAT estaba pensando en lo que tenía que hacer de arquitectura, y si estaba en arquitectura, estaba pensando en lo que tenía que hacer para MORAT. Me estaba volviendo un poco loco.

 

[13%] Lo que vino después fue una serie de preguntas al rededor de dos opciones que, por locas que parecieran, estaban sobre la mesa.

 

[A] ¿Qué quiero hacer? Porque ya estaba la opción de salirse de la universidad, pero así como estaba la opción de salirse de la universidad, por más descabellado que fuera porque nos estaba yendo muy bien, también estaba la opción de salirse de MORAT. Iba y volvía entre salirme o quedarme, salirme o quedarme, y pasó algo muy… no sé si chistoso sea la palabra, fue como esas señales del destino que a veces le dicen a uno cosas y es que nos nominaron a un Grammy. Entonces uno piensa “juemadre, me está yendo tan bien, ¿yo por qué estoy pensando en salirme de esto?” Es que uno ni siquiera se lo puede creer uno mismo, pero ese día fue en un hotel en Madrid, habíamos llegado ese mismo día de Colombia a las 10 a.m., nos bajamos de un avión de un vuelo de toda la noche y tuvimos entrevistas todo el día. No almorzamos, no pudimos hacer nada. Yo tenía entrega final, porque eso fue a principios de diciembre, qué entrega ni que nada, ya sabía que me había echado la clase y ese mismo día fue que les dije.

 

[13%] El anuncio de Alejandro no tomó por sorpresa a los demás integrantes de la banda, quienes conocían los conflictos internos del baterista de MORAT y que, en cierto grado, también luchaban contra los mismos fantasmas.

 

[A] Ellos siempre supieron que yo tenía mis dudas y que fueron creciendo y creciendo, además. Obviamente, cuando tomé la decisión de que en unos meses me iba a salir de la banda, les dije y como ellos ya sabían me entendieron perfecto. Obviamente no fue fácil para ninguno porque era el sueño que teníamos compartido, y pues, que alguno lo abandone, tenaz.

 

[13%] La renuncia de Alejandro a MORAT se dio el primer día de una gira de dos semanas. Ese hecho, más que convertirse en un peso para ellos, los liberó.

 

[A] Decidimos como disfrutarnos ese último viaje muy basto, y tratamos de encontrar momentos que fueran nuestros, porque cuando uno está trabajando 24/7, cuando está de gira y demás, pues no tiene momentos que son para uno, pero como ellos ya sabían que ese iba a ser mi último viaje con ellos, tratamos de encontrar esos momentos, y los encontramos y fue muy chevere.

 

[13%] De esa manera, un 22 o 23 de diciembre, Alejandro Posada tocó por última vez la batería de MORAT. Esto fue en un evento privado de Coca Cola, en una casa decorada al mejor estilo de esta empresa pero que se movía al mejor estilo de la música de MORAT. Fue así como se despidió de esa banda, esa misma banda que no hace mucho tiempo había empezado a hacer música en un estudio casero, con poco más que buenas intensiones, buenos amigos y una pasión para compartir la música.

 

Ese es el lado B de la historia de Alejandro Posada, el lado que muestra ese ángulo de la vida de los artistas que solemos obviar. El que no logramos percibir detrás de luces, tarimas o fotos de Instagram. La decisión de Alejandro tenía muchos elementos. La universidad era uno de ellos, pero también esta era una profesión que él no disfrutaba, por ejemplo, las entrevistas, un medio tan necesario para hacer promoción. En realidad, todo esto giraba al rededor de un elemento fundamental: el tiempo.

 

[A] Hablando con un coach con la que me reuní muchas veces, hicimos una analogía de una balanza que yo hoy en día le llamo como un equilibrista en la cuerda floja. Entonces, para mí hay dos mundos que uno tiene y debe hacer convivir: los momentos que son míos o y los que son de alguien más. Entonces hoy ya soy arquitecto y trabajo en una firma de arquitectura. Mi trabajo es para alguien más, entonces los momentos que son para mí son los que se relacionan con bienestar, por ejemplo, hacer ejercicio, oír música, leer un libro, estar con mi novia o con mi familia. En MORAT era 24/7, todos los momentos de mi día eran para alguien más y yo no encontraba momentos que fueran para mí. Por eso era tan difícil y me costaba tanto trabajo.

 

[13%] Alejandro Posada está convencido que en la vida hay que equilibrar dos clases de momentos: el tiempo que uno dedica a otros y el tiempo que es de uno. La satisfacción en su trabajo depende de este equilibrio esencial, por eso, cuando entró a trabajar como arquitecto, la primera conversación con su jefa estuvo precisamente orientada a establecer ese equilibrio.

 

[A] Yo apenas entré, mis compañeros de trabajo que estaban recién conociéndome me hicieron terrorismo de trabajo brutal. Entonces yo ya estaba como, mejor dicho, ya soy un esclavo de la compañía. Pero dije nada, no me voy a dejar convencer de que una señora es así si ni siquiera la conozco, y lo primero que hablé con ella fue que algunos días me diera permiso de que me dejara llegar más temprano y salir más temprano, porque quería irme al gimnasio, porque quería pasar tiempo con mi novia, porque quería hacer otras cosas, y de una, me dijo “de una, listo, perfecto” y eso es, para mí, estar subido en la cuerda floja tratando de equilibrar esos son momentos que son para mí, y momentos que son para alguien más.

 

[13%] Cuando estaba en MORAT, Alejandro estaba a punto de caerse de la cuerda floja. La predominación de momentos que no eran de él lo volcaban peligrosamente hacia un lado. Eso lo llevó a tomar la difícil decisión de dejar que, ese hijo, que compartía con tres amigos, siguiera sin él. Ese hijo, MORAT, que actualmente sigue creciendo de modo exponencial y que Alejandro mira con mucho cariño, pero también con la convicción de haber tomado la decisión correcta para él.

 

[A] Yo siento mucha nostalgia también, porque es como mi hijo, haga de cuenta, y mi hijo ya siguió sin mí y esto es algo que le debe pasar a los papás, y es que en un momento el hijo ya no lo necesita a uno. Pero eso está bien, esa es la idea. Obviamente MORAT nunca fue solo mío, sino un proyecto de cuatro personas y, aunque yo ya tenga un reemplazo, que es un excelente baterista y una excelente persona, ese proyecto ha seguido creciendo impresionante, siento yo que más que cuando yo estaba, y les está yendo demasiado bien y eso me da una felicidad que no me cabe en el cuerpo. O sea, yo oir el segundo disco de MORAT en la oficina trabajando y viendo lo muy apartados que están nuestros caminos, pero darme cuenta del excelente trabajo que están haciendo mis amigos me da mucho orgullo y mucha felicidad. Otra de las cosas que me gusta mucho es escribirles y decirles “oigan, los felicito demasiado por esto que están haciendo” y que me contesten “esto también es suyo”, como que no me dejen olvidar que yo también hice parte de ese proyecto y que aporté lo que tenía que aportar, me encanta.

 

[13%] La fórmula perfecta para odiar el trabajo y, por ahí derecho, para sentirse miserable, es intentar ser algo que uno no es. Intentar, en últimas, vivir la vida de alguien más. Los seres humanos estamos condicionados para mirar por la ventana y ver con envidia el jardín de enfrente. Y eso nos lleva en algunos casos a querer ser como ese presidente de empresa que se ve tan exitoso o como ese artista que se ve que vive con tantos beneficios.

 

[A] Yo creo que cada quien tiene su forma de operar y uno no puede pretender o, hasta cierto punto no se puede, tomar la filosofía de vida de alguien más y tratar de aplicarla a la vida de uno. Eso fue lo que yo traté de hacer durante bastantes meses en MORAT y no me funcionó, yo no estaba feliz y no me estaba funcionando. Pero también estoy muy seguro de que si Isaza tratada de tomar mi filosofía del equilibrista, probablemente no le funcionaría tampoco, él está feliz con lo que está haciendo.

 

Hay una frase que a mí me impactó mucho cuando la leí, todavía estaba en MORAT, que se la dijo el guitarrista de Imagine Dragons al vocalista, porque el vocalista, que se llama Dan, pasó por una crisis muy parecida a la que yo pasé, pero él sí decidió seguir con su banda y metérsela toda. La frase dice que, este amigo aconsejándole a su amigo, que no puede hacer música por querer hacer música, sino que uno hace música porque tiene que hacer música y, para mí, eso es lo que le pasa a ellos tres: ellos hacen eso porque les toca, porque es algo que les nace 100% y por eso es que son capaces de pasar por los momentos difíciles y disfrutan tanto de los momentos que son buenos.

 

[13%] Alejandro está hablando, en realidad, sobre conocerse a uno mismo, algo así como estar al tanto de uno mismo. Saber qué y quién es uno para evitar en la tentación de vivir una vida ajena, una vida falsa, llena de frustraciones y tristezas porque, simplemente, no es la vida de uno. Se trata, en últimas, de entender que no hay caminos buenos y malos, sino caminos buenos para uno y otros que no van acorde con su personalidad, sus habilidades y, por qué no, con sus sueños. Alejandro entendió que no todos corremos las mismas maratones, no todos tenemos los mismos caminos, es por eso que decidió distanciarse de sus tres compañeros de MORAT que, como él dice, admira profundamente. Sabe que ellos sí están hechos para ese camino y tienen las habilidades y fortalezas para ello. Alejandro, sin embargo, se entendió a sí mismo y tomó una decisión supremamente difícil: re examinó sus sueños.

 

[A] Es posible cumplir los sueños. Sin duda. Lo que pasa es que yo creo que uno cambia mucho sin darse cuenta y los sueños de uno puede que sean otros, y uno no les ha hecho ese seguimiento para ver cómo han cambiado. Puede que uno esté persiguiendo el sueño de lo que uno fue hace tres años, o hace cinco años, hace el tiempo que sea. Creo que es importante pararse en el camino y preguntarse qué es lo que uno está persiguiendo, si eso es lo que en verdad uno quiere o si, puede que uno quiera otra cosa, uno también se equivoca soñando con algo que no conoce. Muchas veces lo que uno sueña no es lo que en verdad es. No tiene nada de malo ir moviendo el timón e ir ajustando la dirección mientras uno va persiguiendo lo que quiere.

 

[13%] La historia de Alejandro Posada es un consuelo y al mismo tiempo un llamado de atención. Consuelo para el que se ha sentido angustiado por no tener claros sus sueños, los sueños rara vez son esas frases coherentes que dicen “sueño con ser un gran ejecutivo”, son casi siempre pedazos de una película, escenas borrosas que van adquiriendo nitidez a medida que uno hace lo que le gusta, lo que le apasiona. Y es, también, un llamado de atención para todos nosotros, y es que soñar es importante pero, tal vez, igual de importante es examinar los sueños. Volver a evaluar esas escenas borrosas y, de acuerdo a lo que uno realmente es, parar sobre la marcha y preguntarse: será que mis sueños, ¿todavía son sueños de batería?

 

La percusión que escuchan de fondo, que es la misma percusión que escucharon al principio del episodio es una grabación inédita de Alejandro Posada en una de las canciones de MORAT. Premio para el que adivine cuál canción es.

 

[13%] Gracias por escucharnos, esto fue 13%. Nosotros somos Andrés Acevedo y, quien les habla, Nicolás Pinzón. Pueden encontrar todos nuestros episodios suscribiéndose a nuestro canal en aplicaciones como Spotify, Apple podcast, Google podcast, YouTube o cualquier otra aplicación de podcasts. No olviden seguirnos en Instagram y Facebook donde nos pueden encontrar como 13%, escrito todo letras. Ahí esta el link de nuestra página web, donde pueden descubrir más, incluyendo artículos escritos por nosotros. La canción del principios es Happy Life de Fredji, y la canción del final es mi canción favorita de MORAT, 11 besos, interpretada por mí, Nicolás Pinzón, a mi modo casero y desafinado. Hasta la próxima.